PENSAR LA VIOLENCIA, HOY
   César R. Galán Cueli [*]

 

 

Resumen.

La investigación teórica “pensar la violencia, hoy”, es fruto de un trabajo grupal multidisciplinar (historia, sociología, pedagogía, trabajo social, psiquiatría y psicoanálisis) realizado durante 7 años.

Aborda nociones nacidas en el campo psicoanalítico con vivencias apuntadas desde las ciencias sociales, dentro de un contexto científico abierto a la complejidad creciente y con un entorno social en crisis, a caballo entre ideas de la modernidad y de la post-modernidad.

Se apunta hacia nuevas miradas en la clínica psicoanalítica (el gesto, el enactment o acting in), capaces de poder pensar impasses en los tratamientos, así como a vivencias afectivas colectivas (ausencia del tercero social, desgarramiento de la sociedad civil) que conducen, al no ser cuestionadas críticamente, a la confusión y a la parálisis del hacer y pensar colectivo.

Pasaje y circulación de nociones entre disciplinas diferentes que, lejos de la pérdida de la rigurosidad científica, posibilitan aperturas mentales, diluyen reduccionismos excluyentes y desfanatizan el hacer social y colectivo.


Palabras clave.

Pensar la violencia, postmodernidad, intrapsíquico, hacer intersubjetivo, lo psicosocial, lo socio comunitario, lo colectivo, malestar social, repetición, diferenciación, transformación, simbolización, aprendiendo en crisis, complejidad.


Summary.

The theoreticall research “thinking on violence today”, is the result of a multidisciplinary working group during 7 years (history, sociology, pedagogy, social work, psychiatry, psychoanalysis).

The research work through some notions opened recently on the psychoanalytical field with others notions coming from the social science, inside a scientist context of complexity and crisis among enlighment and post-modernity.

In psychoanalytical clinic, some notions as “gesture”, “enactment” or acting in, “countertransference”, are helping to broke repetitive impasses on treatments. In the social sciences, some notions as “absence of the social third” or “suffering for upheaval of the civil  society”, are talking about new madness that, in a critical way, let the society to deal with overwhelming and social breaks down.

It is a movement, a passage, of ideas and thinking coming from different disciplines that let us mental opening-up, avoiding reductionist and democraticing the process of change.


Key words

Thinking of violence, post-modernity, interactive and mental inside process, social psychology, community groups, collectivity, discontents, repetition, differentiation, change/transformation, symbolization, learning from crisis, complexity.

La investigación teórica realizada grupalmente, durante 7 años, por un grupo de investigación multi-disciplinar (Sociología, Psiquiatría, Pedagogía, Trabajo Social, Psicoanálisis, Historia) en torno a “pensar la violencia en el momento actual”, parte de dos premisas básicas que conforman el contexto psíquico en el que inscribimos nuestra práctica diaria: la dialéctica “modernidad / post-modernidad” en la clínica psicoanalítica individual y grupal y la aplicación de la noción de “complementariedad” a las Ciencias Sociales en el marco de un pensamiento “complejo” global (Morin).

Pienso que la post-modernidad produce modos de gestar la subjetividad donde coexisten “estructuras psíquicas” movibles y diferentes modos de funcionamiento mental. Versus las tópicas aparecen los “flujos de significados”, la semiosis y la "resignificación”. Hay “movimientos en sincronía” e identificaciones múltiples.

El objeto de escucha analítico se construye cada vez con mayor frecuencia a partir de diferentes pantallas e imágenes, a modo de un collage, una nueva manera de decir que emerge a través de “gestos” que delimitan la imagen del objeto interno manifiesto antes de conocer.

Desde nuestro contexto histórico construimos, en el ámbito de las Ciencias Sociales, una mirada a la  violencia partiendo de la concepción operativa de grupos, tratando de incorporar las nociones de complejidad y complementariedad, tan queridas del amigo y maestro Armando Bauleo, quien insistía en los “cuerpos de nociones” anclados en su propio nivel que no permiten que se “imbriquen” en otros.

Antes de desarrollar la investigación son necesarias ciertas precisiones conceptuales.

“Violencia”

Etimológicamente: conseguir algo con el empleo de una fuerza que anula la voluntad del otro. La violencia simbólica se ejerce sobre un agente social, con la anuencia de éste. En el límite, el horror del siglo XX, la destrucción / eliminación del otro y de lo otro (genocidio y holocausto).

Para el pensamiento occidental, de origen griego.

En el mundo clásico el funcionamiento psíquico se caracteriza, en relación a la ira y la violencia, por la presencia de:

>>>> - unos desencadenantes: la sensación de injusticia y la herida en el narcisismo.

>>>> - la contribución interna: el desbordamiento de unos afectos que anulan el tiempo de reflexión  y reducen la capacidad para considerar las consecuencias de la acción. Se anula el tiempo de  combate interior.

>>>> - los efectos: los dioses soplan esa ceguera, la ira, en los corazones que quieren perder.

Para el psicoanálisis (C. Padrón).

Es una cuestión cuantitativa, un salto brusco desde la tensión interna a la acción, un movimiento pasional. Es el desbordamiento del sujeto por algo que no es dañino en sí mismo, la agresividad y la ira, si está controlado.

El enfado, la rabia y la cólera son necesarios en los procesos de organización (descubrimientos, separaciones…) de nuestros psiquismos, si bien tras la ira hay una herida narcisista, pues los seres humanos nacemos con un sentido innato del amor y la ira / hostilidad surgen cuando la necesidad de amor no es satisfecha o es frustrada (R. Fairbairn).

Para la clínica grupal operativa (Pichon Rivière, Bleger, Bauleo).

La concepción operativa grupal, pone en relación lo intrapsíquico tejido intersubjetivamente, lo psicosocial, lo socio comunitario y las determinaciones generales (el imaginario social). Pone a trabajar lo individual, lo grupal, lo institucional-organizacional y lo colectivo...

 

Desde “lo individual”: ¿por qué se desata la violencia en el sujeto, qué componentes intrapsíquicos e intersubjetivos se juegan?

Intrapsíquicamente los sujetos reaccionan destructivamente hacia los “objetos” (personas y entorno)  cuando se sienten “desbordados” en su "desvalimiento" -las patologías del narcisismo- o cuando se sienten “confusos” y “pasivizados” frente a lo receptivo e interior -las patologías edípicas-, sin que haya en ningún caso posibilidades de “simbolización” o “fantasmatización” propias (proto-mental) o acompañadas (aparato mental para “co-pensar”)

Miremos el lado narcisista, a Narciso.

Ante las situaciones de desvalimiento y los miedos traumáticos de la primera infancia los seres humanos generamos “estados mentales primitivos” caracterizados por evacuar (en sus extremos: el delirio, alucinación, paranoia, autismo) y no poder elaborar las proto-emociones. Hay una escisión (splitting) esquizo acompañada de una introyección identificatoria (Fairbairn).

Se generan “estilos mentales” donde la acción se  impone al pensamiento, la solución omnipotente al reconocimiento de la ausencia, la rivalidad a la cooperación.

Se vuelven cotidianos en los “modos de vida”, para poder afrontar el conflicto y la ambivalencia: lo psicosomático, lo antisocial delictivo, la estupidez colectiva entendida cual la propone el “tratado de la servidumbre voluntaria” (E.de la Boétie).

Visto desde la mirada de la clínica neokleiniana,  ante el desvalimiento:

- la identificación con el agresor (el síndrome de Estocolmo como expresión límite de la dependencia cruel del objeto doloroso, ante una situación de desamparo sin otras salidas),

- la personalidad mártir (ante lo vivido como naufragio infantil o asesinato del alma, por no poder ser comprendido) - los mártires se colocan en una actitud de aislamiento del tiempo, la historia y el cambio. No pueden aceptar la finitud, la decadencia y el paso del tiempo. La noción de mártir incorpora el terror sagrado.

- la beligerancia sadomasoquista en términos de capo saboteador.

 Visto desde la mirada de la clínica de las relaciones de objeto (Fairbairn) y ante los miedos  traumáticos, el temor a mostrar el amor por sentir que nunca va a ser reconocido.

 Ogden, releyendo a Fairbairn, construye tres modos de vincularse primarios:

- el amor adictivo (vínculo entre un Yo libidinal y un Objeto externo “excitante y atormentador”  inalcanzable, incapaz de dar y recibir amor, que muestra gran necesidad de recabar el deseo del Yo libidinal al que nunca satisface, proponiéndole lo mágico),

- la relación de resentimiento y amargura tejiendo una dependencia mutua de la que cuesta poder salir (entre un Yo antilibidinal o saboteador interno y un Objeto “Rechazante” que propician sentimientos de sentirse estafados / rechazados / discriminados / explotados permanentemente),

- la relación de desprecio (ataca al Yo libidinal, interno, despreciándose, al que trata con desdén como un patético desgraciado que se humilla en busca del amor del objeto excitante y atormentador unido a la dependencia infantil y a la lealtad a una madre rechazante).

La naciente subjetividad no puede construirse y se defiende, y esta es nuestra aportación, construyendo organizaciones psíquicas “pícaras” asentadas sobre un “tejido cicatrizal”, armado ante los “objetos obstructivos” y los “crueles super-yo”.

En la clínica “border” se habla de los refugios psíquicos (Steiner), claustrum (Meltzer), estructuras endopsíquicas (Fairbairn), enclaves (Baranger), saboteadores internos (Bion)…, expresiones del “impasse” y la compulsión a la repetición en la cura psicoanalítica.

Parecieran decir, con su comportamiento, que es preferible sentirse “culpable por los errores”, que sentirse “libidinal e incondicionalmente malo” pues ello implicaría “no existir”.


Miremos lo edípico, la trama de Edipo.

La resolución intrapsíquica del complejo de Edipo, implica la elaboración del conflicto entre sexos y del conflicto generacional.

Frente al padre “urwatur” de la horda (“Tótem y Tabú”. Freud) y la madre diosa (“Revolución Fratricida”. J. André), con Melanie Klein, a través del Edipo temprano y la introducción de la escena primaria, aparece el tercer objeto versus la diada. Es el vínculo bicorporal y tripersonal (Baranger).

En un primer momento del Edipo temprano, al padre urwatur le sustituye la diosa madre. La madre unida al hijo/a (lo dual) le da coraje para destronar al padre-tercero. En el vínculo, dos juntos hacen uno.

El segundo momento del Edipo temprano y de la aceptación de la escena primaria, surge cuando ya no se está en la “posesión a luchar en la horda primitiva”, ni “como cómplice en el escenario infantil del triunfo edípico”, sino cuando es reconocida la pareja como fuente primaria de satisfacción y de frustración.

Se abandona lo persecutorio y se da paso a lo depresivo. El niño/a debe encarar las ansiedades conectadas con la conciencia de pequeñez y sentido de la exclusión, en relación a los adultos.

Si se abandona la vía corta de la identificación, se puede entrar en la depresión: sentimientos de culpa, remordimientos y desesperación. Entonces puede encarar la reconstrucción de su mundo y empezar el largo/ penoso esfuerzo de hacer reparación y construir desde la compasión, sabiendo de la pasión del otro.

Es el pasaje de la pasividad a la receptividad, en ambos sexos, la roca de la feminidad que hablaba Freud a lo largo de su vida.

Significa dar el paso a aceptar la vivencia del error como inherente a vivir versus el error como “inhabilidad para remediar” las cuestiones. En el vínculo: dos juntos hacen tres.

Si, tras la mirada intrapsíquica, nos adentramos en lo intersubjetivo, en la presencia permanente del otro, en el modo de vincularse del bebé / niño / joven, la violencia puede manejarse si:

- al “proyectar” lo violento, “descargar” el malestar destructivamente, encuentra la dimensión

“continente” del adulto que le permita construir la “función alfa” (W. Bion) - recoger sus identificaciones proyectivas masivas y elaborarlas en forma de emociones a ser digeridas, dotándole así de un aparato para pensar sus emociones -,

- al “devorar/caníbal” o al “enmierdar/cagar = destruir al otro”, la pulsión posesiva/destructiva  puede ser ligada por la presencia de un objeto amoroso “total” que, al estar presente y vivo psíquicamente, posibilita la culpa reparatoria y el sentimiento de reciprocidad (M. Klein),

- al desear lo “Uno”, la completud dual del “todo perfecto”, del tú y yo que construimos un “uno completo”, no puede elaborar la relación entre un tú y yo que construyen al “tercero”, que hacen tres, pasar del dos bicorporal al tres tripersonal (vínculo Pichon/Bauleo), asumiendo el reconocimiento del otro - en minúscula -, y de los otros.  Freud había hablado de poder dejar atrás a “his majesty the baby”.

Y el recorrido reparador se puede enfocar desde una óptica psicoanalítica que priorice el “Deseo” (Freud: regulando el deseo), la “Reparación” (Klein: amando, odiando y reparando), la “Experiencia” compartida (Winnicott: vivir una experiencia juntos que permita la separación inicial), la “Integración / Realización personal” en el mundo versus la alienación (Fairbairn: buscando objetos y acercándose a ellos), pues “estar vivo”, de últimas, es ser y estar en el proceso de hacer cosas por uno mismo.

Desde lo “colectivo”, en lo social,  ¿por qué se desata la violencia?

Los seres humanos manejamos la pulsión agresiva para conquistar/penetrar/construir nuevos horizontes de vida y sentido capaces de “ligar” y “unir” pero, también, para destruir al otro transformándose la necesaria agresividad autonomizante en violencia destructiva o “pulsión de muerte” desligadora (Freud).

Freud decía, en el “porvenir de una ilusión”: “…todos los hombres integran tendencias destructoras –antisociales y anticulturales-....”. y, en el “malestar de la cultura”: “… las pasiones que vienen de lo pulsional son más fuertes que unos intereses racionales”.

Marx había planteado la violencia revolucionaria como “partera” de las sociedades. Hoy, siglo y medio después, marxistas como Badiou, Zizek, piensan la violencia como una debilidad potencial del sujeto de la política. El objeto es que la política sea superior al antagonismo, establecer en el corazón del pueblo un principio de unidad política, cuya referencia es menos el adversario que la realidad que debe cambiarse. (A. Badiou)

Desde una concepción dialéctica y materialista, desde una concepción operativa, habría un primer pasaje: lo “psicosocial”.

La violencia hoy tiene dos figuras: la traumática (las víctimas del trauma convivencial en el entorno social) y el malvivir social presente como malestar íntimo.

De lo traumático sabemos que las víctimas no demandan ayuda espontánea. El peligro: las conductas de evitación. Es la tendencia a no solicitar ayuda, la “afectación” ante el propio estrés, la “irritabilidad familiar” ante el exterior que dificulta el poder empezar a entender el significado del desastre en su mundo más cercano. Se trata de recuperar, día a día, la capacidad para establecer nuevos vínculos.

Del ejercicio traumatizante sabemos que quien impone violentamente su fuerza realiza “un acto intencional y premeditado de personas ordinarias, con la ayuda de un soporte / estructura mental / ideología, contra personas inocentes”.

La pregunta es ¿bajo qué condiciones de autoridad o bajo qué condiciones límite, podemos caer en la violencia traumatizadora?

Sabemos, también, que cuando se instaura una violencia social continuada - la acumulación de esos “pequeños” hechos que repetidos en el tiempo se hacen cotidianos- se genera el “síndrome de disrupción”: la continuidad de la violencia impide distinguir el tipo de amenaza de la amenaza real y provoca “disrupciones inesperadas”.

Del “malvivir social” cotidiano: la destrucción de empleo, el trabajo precario, los nuevos panópticos del trabajo donde no hay barreras visuales - individualizando el trabajo y reduciendo el mundo social-, haciendo desparecer cualquier noción del nosotros grupal, la pertenencia a grupos que comprometen.

Se crea un entramado de privacidad, de insociabilidad intimista, donde no caben las “narraciones colectivas”, percibiendo la realidad desde una especie de narcisismo de las pequeñas diferencias (Freud).

Es el anonimato en las redes y, en los momentos más difíciles, el “sólo a mí me pasa esto”, que impide compartir ese sufrimiento dentro del nosotros. Se fabrica la enfermedad y el nosotros desaparece multiplicándose el frágil convertido en enfermo individual. (G. Rendueles).

La pregunta que los Grupalistas de la concepción operativa nos hacemos en el ámbito psicosocial es el continuado ataque a la Grupalidad viva: ¿por qué se evita el conflicto grupal constructivo y se favorece la infantilización narcisista, con sus estallidos “bizarros” en forma de “enfermedad” y fragilización?

Pareciera que psicosocialmente no hubiera espacio para el “dolor psíquico mental” ni para el “buen conflicto” con los otros.

Durante las últimas décadas ha aparecido en la cotidianeidad un modo de agruparse, de vivir la grupalidad donde predomina (A.  Bauleo):

>>>> - la incorporación, el comer como modo de compartir. Una especie de incorporación / devoración cotidiana que acompaña los posibles eventos frente a las experiencias vivida y compartida;

>>>> - la búsqueda de la fusionalidad (con el otro pero sin el otro), sin la necesaria tensión para individualizarse;

>>>> - la ambigüedad, el vagar en la indiferenciación, la lógica fuzzy con su forma de pegotearse grupal y colectiva.

Salir de lo fusional y confusional para descubrirse diferenciados, para subjetivar, a la par que reconocerse dependientes y necesitados, lo propio a la experiencia grupal, está devaluado.

El temor, en el camino de lo grupal, es la ilusión de igualdad y la dificultad de la diferenciación, el temor a lo fratricida, que dirá Sartre.

Son las dificultades en la construcción de los equipos que operan en torno a una tarea, equipos de trabajo donde las funciones de motor emocional (impulsor / aglutinador), pensador o teórico, programador/administrador (tiempo / prioridades), realizador práctico (eficacia tarea), gestor (relaciones exterior) se manifiesten como una modalidad de Estilos Personales que posibilita posiciones no rígidas y en movimiento.

Victimización, lógicas “instrumentales”, vacío del “nosotros”, desgrupalización, conforman el horizonte psicosocial.

Intersticialmente, lo “socio comunitario”.

En lo socio comunitario ¿qué está pasando en los modos de relacionarse, cuales son las líneas de fuerza del actual Imaginario Social?

Desde lo institucional organizativo:

>>>> - la “desregulación”. La Ley colectiva, las diferentes legalidades interiorizadas, funcionan como contenedor ante las crisis. La desregulación da lugar a comportamientos “mafiosos” (la ley del más fuerte) y territorios que favorecen “el estado de excepción” como norma.

>>>> - el “desentendimiento” a través de la “burocratización” y los “chivos expiatorios”.

No hay “Pharmakos”, expresión de lo no visible (los “sin”, el “proletariat”), capaz de impulsar el cambio y la compasión humana.

Desde el Imaginario  en curso se juega:

>>>> - el discurso “neoliberal” (en crisis) y el “consumismo publicitario”. Es la lógica capitalista: “lo nuevo por lo nuevo” (consumición) y el “más por el más” (¡gozad!) a través de una sociedad del espectáculo que promete felicidades.

           Nos hablan de plenitud: “gozad”, el “goce sin límites”. Se niega la realidad de las desigualdades sociales crecientes y la presencia de sus instrumentos de simbolización más productivos, las clases y estratos sociales, que posibilitan la negociación de los            conflictos, el gobernar con “consensos” (negociando la violencia) y no con violencia pulsional (de la “anarquía” o todos los deseos, a la autarquía/autoritarismo o los deseos de unos pocos).

 >>>> - el erosionamiento de lo público colectivo (teoría del shock de N. Klein) y la invasión de lo interior, lo íntimo personal, como espacio de “realitys”.

La democracia se convierte en una cuestión de audiencias y “shares” televisivas. Las políticas públicas se convierten en “lo biopolítico”.

A la “desvisibilización” social de clases/colectivos excluidos de la producción (R. Castel) / en del consumo (Z. Bauman), suceden  nuevas líneas emergentes de afirmación de la diversidad y de las diferencias.

Nuevas identidades, colectivos en demanda de “reconocimiento social” (A. Honneth: “la lucha por el reconocimiento social”) frente a las situaciones de humillación y sometimiento padecidas: la mujer, lo homo, lo indígena, el extranjero, lo “extraño”....

En este entramado psicosocial y socio comunitario el malestar social se manifiesta en:

- la afectividad social.

 >>>> - las “formas de vida contemporánea” (Agamben, Bodei, Cacciari, Virno): la avidez de novedades, la hiperactividad para “matar” el tiempo (versus la contemplación), la concuspiscencia del abrazo (tras el “holocausto” que haría imposible pensar la vida y el amor).

>>>> - los “amores líquidos” ligados a la seducción y al encuentro fugaz e inconsecuente (Bauman).

 >>>> - la “renegación” de la experiencia del otro, la intrusión en el espacio íntimo y el fantasma del sujeto cartesiano disociado (Zizek) –un Yo para el trabajo, otro Yo para la vida cotidiana, uno para los sábados, otro para los lunes...-,

- la fragilización del lazo social debido al:

 >>>> - el malestar en las identificaciones”,

 >>>> - la “destrucción de las estructuras colectivas(Bourdieu) tras el culto al individuo solo y libre, un individuo-sujeto que acaba extraviándose pues necesita de configuraciones simbólicas que aseguren al sujeto permanencia, origen, fin y orden: ¿el gran otro es el mercado?

>>>> - la “despolitización” (Cacciari), el desdibujamiento de la Democracia siempre en dificultades entre “retornar a lo Uno y hacer posible la Separación” (A. Bauleo).

Armando Bauleo sostiene que en este contexto aparece un “profundo sufrimiento por desgarramiento de la sociedad civil” y Gerson nos habla de la Ausencia del Tercero Social.

Y sin embargo la vida nos enseña que las dinámicas sociales de avance, cambio y transformación existen y se articulan continuamente. 

En las ciudades, en las grandes y pequeñas organizaciones, en los grupos y personas que las conforman, observamos cuatro momentos de la dinámica social.


Entre lo individual y lo social, lo colectivo cada vez más cuestionado en sus vertientes psicosociales (grupales/personales) y socio dinámicas (institucionales/comunitarias).

Las crisis laborales planteadas en forma de shock, los traumas psicosociales generados en ciudades y territorios al destruirse las redes colectivas y los espacios de pensamiento y creatividad construidos laboriosamente, el acoso y debilitamiento a las instituciones públicas educativas, sanitarias y sociales en manos de nuevas burocracias privadas de la gestión….

Tras este recorrido, ¿podríamos apuntar unas primeras conclusiones? Sí, en términos de nuevo aprendizaje.

¿Qué estamos aprendiendo con la crisis?

1.- Cuando no hay reglas de juego o en situaciones de gran incertidumbre, algo disruptivo genera el desconcierto y la ruptura (el break down). Estas pérdidas de “sentido del mundo” suelen ser generadoras de un vacío propicio al brote psicótico, fruto de una angustia catastrófica que se extiende sin poder pensar alternativas.

2.- La existencia de un pensamiento crítico, posibilita la reordenación del imaginario identitario. La crisis actual puede reordenar la mirada de las clases medias de mirarse en las clases altas a reconocerse como trabajadores que producen. El movimiento democratizador del 15M da nombre a los conflictos larvados y anuncia alternativas de esclarecimiento.

En términos psíquicos sería el paso de la vivencia de satisfacción a un objeto nuevo de satisfacción. Cómo el acontecimiento resignifica el “ser” y los nuevos “vínculos” que sostienen el acontecimiento acaban transformándose en hecho subjetivo, producen subjetividad.

3.- Ante el hecho traumático cuando no hay “reveries” o no hay “identificaciones” estructurantes, queda el cuerpo hablando.  Y en el “malvivir social” se manifiestan: la fatiga crónica, las fibromialgias, las distimias..., la expansión sin límite de los ansiolíticos y la generalización de los psicofármacos.

Y de las experiencias pasadas, ¿qué estamos reconociendo?

Una nueva figura surge en la construcción del Imaginario Social en curso: el “horror” (campos de exterminio y dictaduras genocidas)/ el “terror”, con sus efectos en las víctimas, los testigos y la población.

La culpa / pena, el arrepentimiento y la deuda contraída con los otros, con los 3ºs como sujetos, ha generado en algunas personas y colectivos “arrepentidos” una nueva cultura de la búsqueda de la paz, a través de la afirmación y el reconocimiento de las diferencias como enriquecedoras (porque destruir al otro queriendo negar tu dependencia, acaba provocando una crisis de identidad: la política exterior “neocon” norteamericana).

Cuando se habla de un cambio de paradigmas, puede ser el momento de sumar a lo político, a las imprescindibles dimensiones de  la “autonomía” individual y de la “volonté generale”  occidentales la noción de deuda y culpa, incorporando procesos de reconciliación y de transformación de la pulsión violenta en “civilizatoria”.

La crisis europea de la primera mitad del siglo XX nos trajo una nueva realidad del mal. Una crisis enmarcada por el ideal de la dominación técnica y, posteriormente, por lo biopolítico.

La “banalidad del mal”, los holocaustos, mostraron que la acumulación de energía derivada de la racionalización técnica, no puede sino desembocar en una movilización masiva cuya expresión más depurada fue la guerra.

¿Qué pudimos aprender de esta pulsión de muerte freudiana transformada en genocidio social?: …quizá que los sacrificados se ven confrontados con el lado oscuro de la vida, y que la conmoción de los sacrificados es susceptible de crear comunidad.

La enseñanza del siglo XX es que la solidaridad de los conmovidos es el vínculo humano capaz de sostener la esperanza de sentido y libertad (D. Prieto).

 


[*] Investigación realizada en el Grupo de Investigación Multidisciplinar (GIM), auspiciada inicialmente por el Espacio de Estudios sobre la Grupalidad (EEG) desde 2003/2010.

BIBLIOGRAFÍA

Los autores citados entre paréntesis son tomados en su aportación global, sin citas de textos específicos.

Los que a continuación reseñamos hacen referencia a textos formulados como artículos, ponencias o entrevistas no editados como libros. Algunos solo están disponibles en páginas web, con la referencia de su autor).

Padrón Estarriol C., Los 7 pecados capitales. La ira. Conferencia de la A.P.M. en el Círculo de Bellas Artes (03/06/2009). Madrid.

Sapisochin G., My Heat belongs to Daddy: Algunas reflexiones sobre la diferencia de generaciones como organizador de la estructura triangular de la mente. Revista de Psicoanálisis nº 66 (2009). Buenos Aires.

Gerson S., When the third is dead: Memory, mourning, and witnessing in the aftermath of the Holocaust. International Journal of Psychoanalysis. Diciembre 2009.

Rendueles G., El estado de malestar, una conversación con G. Rendueles. Entrevista de F. Moreno para el Estado Mental 1, Madrid 2011.

Prieto Fernández D., La cuestión del mal en la escena filosófica. Conferencia para el seminario “Pensar la Violencia”. Madrid 2010.

Toscano A., ¿Se puede pensar la violencia?. Notas sobre Badiou y la posibilidad de la política (marxista). nomadas@ucentral.edu.co, pág. 30/43

Birksted-Breen D., Phallus, penis and mental space. International Journal of Psychoanalysis” nº 77, 1996, pág 649/657