Por los campos sembrados de posibles objetos de investigación -en
especial los grupos vulnerables- , pululamos investigadores e investigadoras
en Ciencias Sociales y Humanas con una cierta dosis de ingenuidad y, por
cierto, una gran dosis de buena fe. Pero corremos el riesgo de tropezar
con la omnipotencia: creernos sujetos legitimados por el saber académico
cuya curiosidad está justificada por el aporte que realizamos a
nuestra disciplina, a nuestro país, en fin, a la humanidad entera.
Acuñamos hipótesis, construimos imaginarios y sofisticadas
técnicas que atrapan las respuestas de los sujetos como si fueran
mariposas en una red. Luego, disponemos nuestros hallazgos bajo una ceñuda
objetividad, clasificamos por colores, por morfología y perfil,
convencidos y convencidas que estamos tocando con un dedo mágico
la "Verdad Social". A continuación, registramos rigurosamente
nuestras abstracciones en informes adornados por cifras, gráficos,
crónicas anunciadas y otros ingredientes, habiendo cumplido una
misión de búsqueda y rescate de retazos de vida de nuestros
objetos de investigación como en una serie sartriana. Objetos intercambiables,
caras difuminadas, nombres y propósitos que pueblan de fantasmas
nuestras aulas.
Es esta la perspectiva de investigación que la Epistemología
Feminista critica. Desde los Estudios de Género hemos renunciado
a la noción de objetividad, tan falaz como ilusoria, cuando se
trata de encuentro entre sujetos; o en general, cuando se trata de la
percepción de lo que suponemos la realidad. Asimismo, hemos archivado
el término de objetos de la investigación para intentar
una participación protagónica de los sujetos que colaboran
en nuestro quehacer. Sin embargo, esto también es ilusorio. Sabemos
que se genera una relación de poder entre sujetos que investigan
y objetos que son investigados aunque les pongamos otro nombre. Nosotros
y nosotras que nos preparamos para ir a terreno a explorar las subjetividades
contamos con muchas ventajas: la mayor de todas es la inspiración
de la profecía cumplida que llamamos elegantemente 'comprobación
de la hipótesis'. La segunda es que no participamos de manera simétrica
en la recolección de hilos y tejidos de relatos: desembarcamos
con efecto sorpresa, pisando fuerte y en nombre de la tan augusta ciencia
que debe acallar cualquier resistencia. Interrogamos; suavemente, claro
está; anotamos o grabamos; respetuosamente, claro está;
luego nos despedimos amablemente y partimos con nuestro tesoro debajo
de la toga de nuestra disciplina como cazadores furtivos. Impecable procedimiento,
ético sin duda, pero no vinculante. Interrogamos, suponemos, opinamos,
pero permanecemos ajenos/ajenas. Yo, sujeto neutro, como si no fuera mortal,
como si no sufriera de nada, como si los mandatos de género y clase
no me condicionaran en el encuentro con los demás; yo, investigadora
en ciencias sociales y humanas sobrevuelo las realidades, construyo catastros
y documentaciones desde un cuerpo glorioso, inasible, imperturbable. Por
último, para nuestra tranquilidad, nos espera una oficina que nos
habla de libros, papeles y tradiciones académicas que desdibujarán
la experiencia vivida por intensa que haya sido. El canon nos indica que
lo que no podemos olvidar, porque es lo que importa, son los informes,
las cifras, las frases textuales y, por sobre todo, sentir que estamos
participando en un quehacer social. Esto es lo que el sistema nos exige,
en especial los tan codiciados proyectos concursables que se ocupan más
de la rendición de cuentas, de las cifras y porcentajes que de
los sutiles contenidos de la investigación.
En esta rotunda crítica dos perspectivas nos animan, aquella heredada
de la psicología social de Pichon Rivière, de sus conceptos
dialécticos y vinculares, así como aquella de la epistemología
feminista que considera la relatividad de toda investigación porque
reconoce -al igual que la física cuántica- la influencia
de los y las investigadores/as en el encuentro con los sujetos y en los
resultados del proceso. Ambas escuelas proponen interactuar con los sujetos
en pequeños grupos, Grupos de Autoconciencia en el caso del feminismo,
Grupos Operativos en psicología social. Ni una ni otra aproximación
al trabajo en pequeños grupos es neutra o inocente. La intención
es generar espacios para el desarrollo de la subjetividad política
de los participantes, es la oferta de un lugar de palabra y representación
lo más "a salvo" posible de las influencias depredadoras,
tanto internas como externas. Efectivamente, si escuchamos con atención
nuestro mundo interno, advertimos un murmullo generado por el grupo que
nos habita y nos constituye.
El guión de nuestro grupo interno vacila entre los propósitos
más feroces de los depredadores y los más auspiciosos de
nuestros hados y hadas madrinas. Pero, no solo de mundo interno vive el
sujeto sino también de mandatos de las instituciones de lo simbólico,
de coyunturas políticas, de imaginarios sociales que interactúan
con los depredadores internos más a menudo que con los hados y
hadas madrinas. Depredadores internos y depredadores externos constituyen
un club al que hay que recurrir a diario para transar pensamientos, palabras
y obras. Si no son los unos que censuran, son los otros. El contubernio
a veces es flagrante y reconocemos en lo externo lo interno o quizás
proyectemos los fantasmas que se enroscan en alguna norma o en algún
mandato coercitivo.
Nada fácil nuestro devenir, nada fácil nuestra andadura
cotidiana, nada fácil navegar desde el alfa al omega del día.
Y es este devenir de los sujetos, incluyendo nuestra emulsión particular,
al que accedemos investigadores e investigadoras, aquel que observamos,
rescatamos, coleccionamos. Por lo tanto estamos frente a un panorama que
es fuerte y frágil a la vez. Es fuerte porque carga conflictos,
contradicciones y ambivalencias, y es frágil porque está
atravesado por aprensiones, presagios e inquietud.
Cuánto riesgo corremos, a pesar de nuestra buena fe, a pesar de
la ética que nos anima, a pesar de una legitimidad que nos justifica.
Corremos el riesgo de ejercer una iatrogenia con la intrusión en
la vida de los participantes en la investigación. Agitamos las
representaciones de los y las sujetos sujetados a nuestro interés
por sus respuestas, los colocamos bajo el foco de atención académica
que halaga su narcisismo, y luego los dejamos en un terreno de nadie elaborando
y rememorando la peculiar experiencia. Todo ello ¿A cambio de qué?
¿Solo a cambio de prestarnos como receptores de una catarsis individual
o colectiva? Pensamos que no es suficiente ofertar solo un espacio catártico.
Planteamos un trueque a modo de beneficio para los sujetos de la investigación:
a cambio de la intrusión en sus vidas y de los fragmentos que nos
regalan, ofrecemos un proyecto de construcción y reconstrucción
de espacios ciudadanos poniendo nuestros instrumentos a su disposición.
De la epistemología feminista nos inspiramos en el concepto de
objetividad dinámica que supone considerar nuestra propia subjetividad
en el campo interactivo de la investigación. Asimismo tenemos en
cuenta el stand point de los y las investigadores/as, es decir desde donde
intervenimos, desde donde hablamos, portadores de un cuerpo, de un sexo,
de una determinada apariencia que corresponde a nuestra performance del
género, de la clase, de la raza y de la opción sexual. Por
una parte sospechamos que solo podremos escuchar a los sujetos de la investigación
desde lo que somos y desde donde estamos y hasta donde hemos llegado en
nuestro proceso subjetivo. Por otra, no podemos escamotear el hecho de
que se establece una relación de poder con los sujetos investigados.
La estructura de una investigación desde su inicio ha situado al
"objeto" de investigación en el lugar "otro",
el "otro" del sujeto que conduce la maniobra. Se instituye la
asimetría en tanto irremediable. Cómo, entonces, al menos,
mitigarla. Desde nuestro punto de vista una forma sería la oferta
de un espacio para la voz y la palabra de los sujetos sin condicionamientos
previos explícitos o manifiestos, sin la direccionalidad obsesiva
de buscar la profecía anunciada.
Establecer un diálogo vinculante entre investigadores e investigados
y una devolución sistemática de los hallazgos puede dar
cuenta de mayor horizontalidad. En cierta medida situarse con esta perspectiva
frente a los sujetos puede compensar el vínculo jerarquizado, cualquiera
sea la disciplina que nos anima y la técnica que empleemos.
En psicología social privilegiamos la técnica de Grupo Operativo
de Pichon Rivière que se sitúa en una perspectiva vinculante.
Se oferta un espacio para desarrollar un co-pensamiento entre los sujetos
que participan en una investigación y el coordinador o coordinadora
solo establece su presencia en calidad de guardián de la tarea.
Y ¿Cuál es esta tarea? La primera tarea que propone la perspectiva
psicoanalítica en los Grupos Operativos no es menor: se trata de
la pretensión de desenmarañar los contenidos latentes e
inconscientes de los propósitos que emergen durante la multiplicación
narcisística y el intercambio de ideas en el trabajo grupal. Sutil
y difícil tarea, que se propone construir para los sujetos una
burbuja para la deconstrucción de las creencias, prejuicios, estereotipos
y mandatos de género y clase, así como desenmascarar en
todo ello la violencia simbólica. La segunda tarea consiste en
la contención de las ansiedades y de los miedos que van asociados
al material emergente. Por último, una tercera tarea es la de construir
un modelo dialéctico de participación en un espacio en que
el secreto grupal, la mutua representación interna y la multiplicación
narcisista sirvan de referente para el desarrollo de la subjetividad política.
La tarea, como un todo, consiste en generar un espacio para estar-hacer-pensar
con otros, como bien lo expresa la psicoanalista Ana Fernández,
ofreciendo una experiencia de horizontalidad y de democracia directa en
plenarios que completen las dinámicas de pequeños grupos
o en Grupo Operativo amplio.
Ahora bien ¿Qué entendemos por subjetividad política?
Complejo definirlo en dos palabras. Sugiero que nos representemos una
subjetividad que puede divisar aquellos resquicios no cooptados por las
triquiñuelas del sistema, aquello de nuestra identidad que no se
identifica totalmente con lo que se dice que somos o que debemos ser.
Imaginemos un ejercicio de deconstrucción y cuestionamiento de
los destinos precarios que -en cuanto pueden- nos atrapan simbólica
y materialmente en jaulas de subordinación y marginación.
Explorar los márgenes de lo reprimido más allá de
la sujeción de la biopolítica y del panóptico de
las instituciones hegemónicas es uno de los ejercicios para la
construcción de la subjetividad política. Las estrategias
de dominio no desaparecerán por estos procedimientos, pero facilitar
un espacio para ensayar liderazgos y representarse los cambios sociales
es una condición necesaria para iniciar un proceso de generar grupos
de autogestión. Un ejemplo consiste en el trabajo que nuestro Proyecto
Anillo ha iniciado en la VI región para la reconstrucción
del terremoto. Deficiencias jurídicas, dificultades burocráticas,
poca disponibilidad del Estado mantienen a una gran parte de la población
en condiciones de desprotección. Solo las agrupaciones de pobladores,
la creación de colectivos, el empoderamiento de los actores sociales
pueden debatir con los obstáculos. Esta proyección necesita
gimnasia y ejercicio representacional para la participación ciudadana.
Nuestra propuesta es entretejer la psicología social con la práctica
ciudadana, es explorar las subjetividades con la consiguiente apropiación
identitaria, en fin, generar un espacio que estimule la creación
de colectivos y refuerce el tejido comunitario. Solo así habremos
roto el círculo de poder y asimetría que suele caracterizar
a las investigaciones en ciencias sociales y humanas.
[1] Conferencia
leída en I JORNADA INTERNACIONAL DE INVESTIGACIÓN PSICO-CIUDADANA
EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES del PROYECTO ANILLO DE ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS
DE GÉNERO Y CULTURA, SOC 21, FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES,
UNIVERSIDAD DE CHILE, el 24 de agosto 2010.
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