LA (DESEADA) EXTINCIÓN DEL PSICOANÁLISIS
    
Antonio Castilla Cabrera | Marisa García Rodríguez | Antonio Sánchez Casado

 


Tomaremos como punto de partida de estas reflexiones el artículo "Mapa de la intervención psicológica en España" publicado en noviembre de 2009 en Infocop Online (Publicación digital del Colegio Oficial de Psicólogos) en el que se hacía eco de una información del diario El Mundo del día 5 de noviembre de 2009 firmada por María Sánchez-Monge y titulada "El psicoanálisis sobrevive 70 años a Freud". En ella, Jesús Sanz, vicedecano de estudios de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, afirmaba que el psicoanálisis está en declive en la mayoría de los países (exceptuando Francia y Argentina) y que en las Facultades de Psicología españolas éste no se incluye como asignatura, explicándoselo a los alumnos de forma muy somera dado que "el ámbito científico se ha decantado por los tratamientos respaldados por datos empíricos de eficacia, como el enfoque cognitivo-conductual y otros".

Estas afirmaciones también se recogían en el artículo de Infocop Online, lo que motivó un contundente escrito de protesta firmado por casi seiscientos profesionales en el que se cuestionaba el respeto que el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos tenía a la "legítima diversidad de teorías, escuelas y métodos", tal y como queda recogido expresamente en uno de los artículos del código deontológico de los psicólogos en España. Tras el revuelo provocado por el escrito de protesta, la redacción de Infocop Online publicó el 17 de diciembre de 2009 una aclaración en la que tanto la publicación digital como el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos se desmarcaban rotundamente de las afirmaciones hechas por Jesús Sanz.

Escogimos este punto de partida pues entendemos que ilustra de modo claro el rechazo que con tanta frecuencia encontramos dirigido al psicoanálisis tanto por parte del ámbito académico como del profesional. Rechazo ejercido por importantes sectores de las redes sociales implicadas en el fenómeno y que desde hace más de cien años golpea una y otra vez de modo genérico todo aquello que huela a psicoanálisis.

Nuestra experiencia es otra y nos informa de datos de naturaleza bien distinta. Datos que hablan de la vitalidad del pensamiento psicoanalítico en sus distintas corrientes teóricas y clínicas y de la resistencia que presenta, tal y como revelan sus prácticas, frente a esta multiplicidad de ataques que sufre de modo consuetudinario. Por ello decidimos pensar juntos este artículo en el que nos interrogamos sobre algunas de las características más llamativas de este rechazo, intentando buscar explicaciones que nos ayuden a comprenderlo mejor. Consideramos que la repetición inveterada del fenómeno constituye en sí misma un síntoma de patología institucional con suficiente entidad como para estimular nuestro interés por conocer algunos de los mecanismos implicados en esta repetición. Pero antes de proceder a ello nos parece interesante revisar algunos de los datos a nuestro alcance para contrastar la primera afirmación que se realiza en relación con el supuesto declive generalizado del psicoanálisis.


A) Algunos datos sobre la actualidad de las instituciones psicoanalíticas

Cuesta mucho aceptar sin una sonrisa de escepticismo las afirmaciones del profesor Sanz sobre el declive actual del psicoanálisis. A poco que cualquiera de nosotros hiciese una breve incursión sobre los datos, encontraría un panorama tanto internacional como referido a nuestro propio país que, francamente, dista bastante de parecerse al descrito en términos de declive y/o extinción. Veamos algunos ejemplos sobre las instituciones más relevantes:

La International PSYCHOANALYTICAL ASSOCIATION (IPA): Fundada por Freud en 1910. Actualmente compuesta por unas 70 asociaciones, lo que supone un número de unos 12.000 asociados en los 33 países en donde está implantada. Sus órganos directivos son elegidos democráticamente por todos los miembros y cada dos años organiza un Congreso Internacional.

En Europa, existen sociedades afiliadas en Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Holanda, Italia, Noruega, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Serbia, Suecia y Suiza.
Filiales españolas:

APM (Asociación Psicoanalítica de Madrid): sus orígenes se remontan a 1957 cuando se funda la Sociedad Luso-Española de Psicoanálisis con trece miembros. De aquella primera Sociedad se constituyeron más adelante la APM con sede en Madrid, la SEP con sede en Barcelona y la SPP con sede en Lisboa.

Actualmente pertenecen a ella 63 miembros titulares y 54 miembros asociados. Desde su constitución no ha dejado de aumentar el número de miembros. Para acceder a ser miembro hay que realizar un análisis personal con uno de sus miembros, un determinado número de supervisiones y seminarios y un trabajo teórico-clínico que es evaluado y votado por todos los miembros de las diferentes Asambleas.

Dispone de tres Institutos para la formación de los analistas que soliciten ser miembros: el Instituto de Psicoanálisis de Madrid, el Centro Psicoanalítico del Norte (Bilbao) y el Instituto Valenciano de Psicoanálisis. Edita la Revista de psicoanálisis.

SEP (Sociedad Española de Psicoanálisis). Con sede en Barcelona, consta actualmente de 91 miembros y 51 profesionales en formación. Forma a sus miembros a través del Instituto de Psicoanálisis de Barcelona y edita dos publicaciones: Revista Catalana de Psicoanálisis y Temas de psicoanálisis.

Asociaciones psicoanalíticas distintas a la IPA

Este apartado merece una mención especial ya que en él se encuentran la gran mayoría de profesionales que trabajan con un ECRO psicoanalítico. Por un lado tenemos las heterodoxias, como por ejemplo las asociaciones vinculadas al enfoque lacaniano, quien rompe con la IPA desde 1953; por otro, un gran número de profesionales y asociaciones que, formados en psicoanálisis, nunca encontraron motivos suficientes como para buscar ser miembros de la IPA.

Asociación Mundial de Psicoanálisis: Fundada en Buenos Aires el 3 de enero de 1992 y luego declarada en Paris el 7 de febrero del mismo año, hace suya la intención expresada por Jacques Lacan en su Acta de fundación de la Escuela Francesa de Psicoanálisis y se inscribe en el movimiento de reconquista del campo freudiano que puso en marcha el 21 de junio de 1964.

La AMP ha reconocido las siguientes "Escuelas": En América: Escuela de Orientación Lacaniana (Argentina), Nueva Escuela Lacaniana (diversos países de la región americana), Escola Brasileira de Psicanálise (Brasil); en Europa: la Federación Europea de Escuelas de Psicoanálisis (FEEP), constituida por :la École de la Cause Freudienne (Francia), la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (España), la Scuola Lacaniana de Psicoanalisi (Italia), y la New Lacanian School (diversos países de Europa y del mundo).

Escuela Lacaniana de Psicoanálisis: Fundada en mayo de 2000 en Madrid. La Escuela actúa de modo descentralizado, en Comunidades, que a su vez comprenden una o varias sedes. Actualmente existen: la Comunidad de Andalucía con sedes en Granada, Málaga y Sevilla, la Comunidad de Aragón con sede en Zaragoza, la Comunidad de Cataluña, con sedes en Barcelona y Tarragona, la Comunidad de Galicia con sedes en A Coruña y Vigo, la Comunidad de Madrid con sede en Madrid, la Comunidad del País Vasco con sedes en Bilbao y San Sebastián, la Comunidad de Valencia con sede en Valencia y la Comunidad de Castilla y León. Actualmente cuenta con 230 miembros.

Asociaciones de terapeutas

FEAP. La Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas, fundada en 1992, es la representante española de EAP, federación europea que agrupa a 128 asociaciones de terapeutas de 41 países, con un total aproximado de 120.000 terapeutas acreditados.

Existen un total de 51 asociaciones de psicoterapeutas en FEAP, con un número de 1989 terapeutas acreditados. FEAP está distribuida en 7 secciones, existiendo asociaciones de estirpe psicoanalítica en todas ellas y predominando sobre otro tipo de asociaciones en secciones tan significativas como Psicoterapia de Grupo y Psicoterapia del niño y adolescente. De un modo más concreto, en la sección de psicoterapia psicoanalítica existen un total de 21 asociaciones acreditadas.

Publicaciones, revistas, etc.[1]:

Existen abundantes publicaciones que dan cuenta habitual sobre temas psicoanalíticos y otros relacionados con el psicoanálisis. Una ojeada en Internet permite a cualquier interesado constatar tanto su existencia como su actualización e incluso el número de visitas que reciben en sus páginas web .

Una descripción más precisa sobre publicaciones periódicas psicoanalíticas y afines al psicoanálisis la podemos encontrar en el libro de Pere Bofill y Jorge L. Tizón [2], quienes seleccionan más de una cuarentena de publicaciones acreditadas, entre las que se encuentran American Journal of Psychoanalysis (Nueva York), Bulletin de la Societé Psychanalytique de Paris, Clínica y Análisis Grupal (Madrid), Child Development (Chicago), International Journal of Psycho-Analysis (Londres), Libro Anual de Psicoanálisis (Lima), Psicoanálisis (Buenos Aires), Psychoanalysis in Europe (Barcelona), Psychothérapies (Ginebra), Rivista di Psicoanalisi (Roma), Revista Uruguaya de Psicoanálisis (Montevideo), Revue Belge de Psychanalyse (Bruselas), Scandinavian Psychoanalytic Review (Copenhague) o el Sigmund Freud Bulletin (Viena) por citar algunas de ellas y las ciudades en donde se editan. En esta misma publicación citan los autores más de diez bases de datos a las que acceder sobre artículos, libros y trabajos en psicoanálisis y también las principales reuniones y congresos sobre psicoanálisis en el ámbito internacional.

¿Qué tipo de datos ha podido manejar el profesor Sanz para afirmar ese supuesto declive del psicoanálisis? Entendemos que a la luz de los recogidos más arriba no necesitamos proseguir en nuestra sucinta colección de algunos de los más relevantes para mostrar al lector que esta afirmación de Sanz se encuentra bastante poco apoyada por la evidencia. Aún si despejásemos el desconocimiento en el discurso de Sanz, su actitud partidista nos conduce a considerar dichas afirmaciones como un ejemplo de todo aquello que nos aleja del debate limpio entre profesionales para introducirnos en los terrenos de la dialéctica erística que expusiera magistralmente Schopenhauer.

Llegados hasta aquí, entendemos que no debemos desvincular esta retórica persuasiva de Sanz de las consideraciones añadidas en relación con la no cientificidad del psicoanálisis, que según su criterio sí poseen otras corrientes psicológicas.


B) Psicología y ciencia

Respecto a la segunda afirmación realizada por Jesús Sanz y recogida inicialmente por Infocop Online creemos que es importante hacer algunas consideraciones.

La primera para hacernos eco de las múltiples críticas que ha recibido el psicoanálisis y que hacen referencia a su escaso o nulo interés científico. La bibliografía es extensísima y accesible al investigador [3], abarcando tanto autores que inicialmente fueron psicoanalistas y por algún motivo modificaron luego su trayectoria como otros que a lo largo de su biografía profesional siempre se mantuvieron en su contra. Veamos algunos casos:

H. Eysenck criticó con ferocidad la efectividad del psicoanálisis en su libro Decadencia y Caída del Imperio Freudiano. Su conclusión es que el tratamiento psicoanalítico no supone ninguna mejora sobre la tasa de remisión espontánea (sin tratamiento) de las neurosis. Los ejemplos en los que se basa son la enuresis, los lavados de manos obsesivos… En el final del libro:

>>> "El psicoanálisis es, en el mejor de los casos, una cristalización prematura de ortodoxias espúreas; en el peor, una doctrina pseudo-científica que ha causado un daño indecible tanto a la psicología como a la psiquiatría, y que ha sido igualmente dañina para las esperanzas y aspiraciones de incontables pacientes que confiaron en sus cantos de sirena. Ha llegado la hora de tratarlo como una curiosidad histórica, y de volver a la gran tarea de construir una psicología verdaderamente científica" [4].

Como se puede apreciar la crítica se realiza desde una actitud respetuosa y en ella median exclusivamente argumentos científicos.

K. Popper, por referirnos a otra postura considerada clásica en la crítica de la práctica psicoanalítica, colocó al psicoanálisis entre las "pseudociencias"[5] por irrefutable. El argumento con el que pretendía defender el inductivismo de sus dificultades lógicas consistía en plantear que, para ser científica, una teoría debía de ser falsable. Y el psicoanálisis claramente no lo era.

Hasta aquí, la afirmación del vicedecano de estudios de la Complutense no supone nada nuevo respecto a lo que otros con igual o más prestigio que él viene afirmando desde hace años tal y como mencionamos más arriba. El problema surge cuando tras lo anterior afirma también aquello de que debido a esta pseudocientificidad el psicoanálisis apenas se explica en las Facultades de Psicología ya que "el ámbito científico se ha decantado por los tratamientos respaldados por datos empíricos de eficacia como el enfoque cognitivo-conductual y otros".

Para el profesor aparece fuera de toda duda la existencia de ese ente que denomina no sin ambigüedad "el ámbito científico", el cual por lo visto ha emitido un juicio sobre la calidad de los métodos utilizados en psicología concluyendo que el psicoanálisis no es científico -algo en lo que estamos por otra parte bastante de acuerdo- mientras que el enfoque cognitivo-conductual (y ese "otros" que insiste en el efecto de ambigüedad) sí que lo es.

Si apelamos a una mínima expresión del rigor científico habría que recordar(le) que actualmente no cabe argumentar ni una sola razón por la que podamos denominar como científica ninguna de las prácticas clínicas en el ámbito de la intervención psicológica. Obviamente que esta afirmación afecta al psicoanálisis, en lo que coincidimos gustosamente con el profesor, pero también afecta -y no menos que al psicoanálisis- al resto de prácticas clínicas, entre las que se encuentran por supuesto "el enfoque cognitivo-conductual y otros".

En rigor, solamente podemos llamar ciencia a las Ciencias Naturales -como la física, la química, la biología, la astronomía, etc.-, mientras que las llamadas Ciencias Humanas -como la psicología, la medicina, la historia, la economía, etc.- quedarían alejadas de las Ciencias Naturales si consideramos la altura de su estatuto científico. En este sentido, lo que Jesús Sanz omite es que las distancias entre el estatuto científico del psicoanálisis y el del llamado enfoque cognitivo-conductual respecto a las Ciencias Naturales no son significativamente distintas.

Las Ciencias Naturales son "científicas" porque utilizan como instrumento de conocimiento el método hipotético-deductivo y su base experimental y matemática, un método que rinde altas cotas de predicción de resultados y que está ampliamente consensuado por la comunidad científica desde hace siglos. Es cierto que el conductismo, ancestro del enfoque cognitivo-conductual, se propuso mantener en su esencia las cualidades del método experimental. Pero no es menos cierto que dicho propósito quedó en absoluta evidencia cuando se llevó a la práctica clínica, como por otra parte no podía ser menos tras la "científica" pretensión de extrapolación de los resultados experimentales procedentes del estudio de ratas y palomas a la conducta humana. De este alejamiento entre psicología básica y aplicada informan autores vinculados a la psicología experimental como Jaime Vila [6], situación que parece ignorar nuestro vicedecano de estudios de la Complutense.

El efecto que acompañó a este fracaso no fue otro que la desaparición del conductismo como referente científico para los psicólogos, situación que se mantiene todavía a pesar de la incorporación de sus últimos ropajes cognitivo-conductuales, en los que podemos encontrar procedimientos como los utilizados por las llamadas Terapias de tercera generación. Una de ellas, la Terapia de conducta dialéctica, no duda en presentarse como ciencia a pesar de incluir en su arsenal terapéutico elementos como el budismo zen o el yoga.

Con estos antecedentes nos extrañamos de que este representante de la psicología académica no incluya en sus razonamientos el hecho de que prácticamente todas las corrientes de psicología (psicoanálisis, conductismo, psicología de la gestalt, psicometría, etc.) se han pretendido reivindicar desde su origen como disciplinas científicas.

También parece ignorar la evolución de la psicología a lo largo del siglo XX, que comenzó como una empresa científica para fragmentarse más tarde en distintas áreas comprometidas con problemas de urgencia social y que terminó, al menos de momento, como una psicología asistencial especialmente dedicada al bienestar de los demás.

Esta tesis, que nosotros suscribimos, es defendida por Julio Seoane [7], y en ella da cuenta del proceso de fragmentación de la psicología en el último tercio del siglo XX, cuando los psicólogos dan prioridad a los problemas de urgencia social frente a los desarrollos sistemáticos, lo que determina la aparición de múltiples disciplinas o especializaciones con nombres nuevos y fundamentos imprecisos, como la psicología política, la psico-oncología, la psicología de las adicciones, la psicología de la seguridad vial, la psicología de la familia o la psicología de género, por poner unos ejemplos. Esto dio lugar a una fuerte dispersión de los estudios, una endogamia de los investigadores y un olvido generalizado de las fuentes originales de la psicología.

Como podemos comprobar, las afirmaciones de Jesús Sanz respecto a la extinción del psicoanálisis y su sustitución social por prácticas clínicas como la psicología cognitivo-conductual no pasan de ser opiniones ignorantes e interesadas. Ignorantes por negar lo evidente respecto a la vigencia del psicoanálisis en las prácticas clínicas actuales, pero también por olvidar en sus apreciaciones sobre la ciencia problemáticas como las diferencias metodológicas entre las ciencias naturales y sociales. En este sentido, la distinción entre el método nomotético y el idiográfico, establecida por Windelband [8], continúa vigente aunque permanezca desconocida o irrelevante para el vicedecano. Según este esquema, las ciencias naturales se basan en criterios universalizadores; es decir, en leyes que son aplicables de manera extensiva a una misma categoría de fenómenos. Por su parte, las disciplinas sociales e históricas son, fundamentalmente, idiográficas en tanto buscan captar lo individual, lo biográfico y, por lo tanto, lo irrepetible en el acontecer humano. La realidad se hace naturaleza cuando la consideramos con referencia a lo universal; se hace historia cuando la consideramos con referencia a lo particular e individual.

Este talante que encontramos en las afirmaciones de Jesús Sanz también lo hemos podido ver en psicoanalistas como Liberman [9], cuando pretende acercar la interpretación psicoanalítica a la posición metodológica de Karl Popper, planteando la posibilidad de que la interpretación del psicoanalista fuese falsable. O en la página web de FEAP, donde se afirma sin pudor que la psicoterapia es una disciplina científica. Se trata de una actitud extendida que no hemos dudado en describirla como un rasgo grave en el ámbito de la patología institucional [10].

De esta obsesión por lo científico también nos informa un psicoanalista como Guattari:

>>> …Todo descansa en la idea de que una persona sólo podría consagrar legítimamente su actividad a las dificultades psicológicas de sus semejantes en nombre de la ciencia. Cuando los psi se encuentran entre ellos, tienen reuniones "científicas", se leen ponencias calificadas de la misma manera. Su manera de expresarse, su pretensión social, su actitud, su postura y hasta su manera de vestirse son marcas de este estado ideal de cientificidad. [11]

Concluiremos este apartado con dos citas que nos interpretan:

La primera, de Laplantine: "Hay algo obsceno en esta actitud que se hace pasar por ciencia…"[12]

La segunda, de Wittgenstein: "Tenemos la impresión de que incluso cuando se hubiera dado respuesta a todas las cuestiones científicas posibles, nuestros problemas vitales no se habrían resuelto."[13]

Pero no nos parece que debamos concluir este escrito de respuesta a las afirmaciones de Jesús Sanz sin una referencia a la formación, ya que nos resulta preocupante que en la enseñanza de la psicología nuestros estudiantes se encuentren a merced de afirmaciones como las de este vicedecano de estudios.


C) Psicoanálisis y formación.

En este desprecio tan frecuente por lo psicoanalítico consideramos de no poca importancia algunos comentarios sobre la formación. Mientras que en los discursos menospreciativos pareciera que el psicoanálisis fuese un mundo aparte poblado por espíritus crédulos y maleables, adoctrinados dentro de una especie de secta, "la psicología cognitivo-conductual y otros" -para seguir con la expresión utilizada por el vicedecano- serían los únicos representantes autorizados del pensamiento único sobre el ser científico.

Es cierto que, en concordancia con sus afirmaciones, en la mayoría de nuestras facultades de Psicología se forma a los psicólogos restringiendo el abanico de posibilidades y reduciéndolo a dos: el paradigma biologicista de las neurociencias y el modelo cognitivo conductual en psicología. Esta reducción les parece indispensable a los académicos para creer que permanecen dentro del ámbito de la ciencia. Curiosamente los "avales científicos" que evidencian esta creencia, dentro del campo de la clínica, son los estudios empíricos, opiniones, investigaciones y publicaciones científicas usando la técnica estadística del meta-análisis que permite la "verificación", "matemáticamente demostrable" de la superioridad de las terapias cognitivo conductuales sobre el psicoanálisis.

Sin embargo, investigaciones de este tipo, usando el mismo método, han sido llevadas a cabo desde "el otro lugar". Un ejemplo de ello es la reciente publicación del profesor J. Shedler [14] (de la University of Colorado Denver School of Medicine) donde documenta que la evidencia empírica apoya la eficacia de las psicoterapias basadas en el psicoanálisis, destacando resultados similares a otras terapias "basadas en la evidencia" o "apoyadas empíricamente".

Es comprensible que un profesional que pertenece al ámbito universitario, donde sabemos prima la investigación, desconozca este tipo de datos. Sin embargo nos sigue resultando llamativo cómo desde ese contexto es posible hacer generalizaciones de eficacias de psicoterapias, sean del tipo que sean, cuando cada psicoterapia es única y por tanto el espacio de trabajo creado entre paciente y terapeuta es imposible de reproducir (o replicar) de un sujeto (paciente o terapeuta) a otro.

Desde nuestro punto de vista, esta incursión del pensamiento científico en nuestras facultades, si bien es necesario conocerlo, se convierte en perversión si invade plenamente el acercamiento a la psicología clínica de los futuros terapeutas. De primeras supone dejar fuera las aportaciones de otras corrientes de conocimiento como la filosofía, antropología, sociología, etc., tan necesarias para la comprensión de la complejidad de nuestro sujeto-objeto de estudio. Luego supone "extinguir" el aprendizaje de los alumnos de la diversidad de paradigmas y tendencias teóricas en el campo de la práctica clínica de la psicoterapia. Extinción por ausencia o por confusión. Por ejemplo en la facultad de psicología de Granada, sólo una asignatura optativa se acerca algo al psicoanálisis y ni siquiera se hace referencia a esta corriente para hablar de la historia de la psicología o de las diversas técnicas psicoterapéuticas. Las mínimas alusiones que encontramos en los libros de texto son para desacreditar y desprestigiar la concepción psicoanalítica, recurriendo a críticas sin explicación alguna salvo las relacionadas con su no cientificidad, argumento único y repetido a lo largo de todos los estudios universitarios. Cuando en algún lugar encontramos algún mínimo reconocimiento al psicoanálisis, curiosamente las informaciones son confusas, inventadas o usando el término psicoanalítico para hablar de otro concepto.

Claro está que la formación universitaria es esencialmente teórica. Y aquí podemos encontrar un argumento al por qué de la extinción de la teoría psicoanalítica en los planes de estudio universitarios. En psicoanálisis teoría y práctica son inseparables; la terapia psicoanalítica sólo puede ser estudiada en el contexto clínico. Y por desgracia el contacto con los pacientes, aunque sea a través de casos clínicos, en las facultades es inexistente. Para el estudio del psicoanálisis como mínimo hemos visto a un paciente: tú mismo. Según este argumento, el psicoanálisis sería imposible de estudiar en la facultad… ¡además de "por no ser científico"!

No estaría mal, no obstante, que los estudiantes adquirieran un mínimo conocimiento sobre el psicoanálisis (y otras tendencias doctrinales) que sea veraz y fiel a la propia concepción aunque sólo sea porque en la especialidad postgrado como psicólogos clínicos y psiquiatras se formarán con unos pocos profesionales (de práctica privada y pública) con ese esquema de referencia y sobre todo porque se encontrarán con los pacientes con los que no podemos (debemos) hacer ensayos experimentales y mucho menos cosificarlos sin tener en cuenta que cada paciente es una persona distinta y que lo importante en toda psicoterapia, sea del paradigma que sea, se juega en la relación terapéutica, o sea, en el encuentro entre dos personas, aunque sus roles sean distintos.

Llegados hasta aquí, nos resulta ineludible plantear una pregunta: ¿qué ocurre con la formación especializada de post-grado? O, en otros términos, ¿qué puede hacer en clínica un licenciado en psicología con esta formación? Se trata de una pregunta para la que no resultan pertinentes las afirmaciones "científicas" de nuestro vicedecano. Para responderla tendríamos que hacérsela a psicólogos expertos en clínica.

De los varios miles de licenciados en psicología que se presentan a concurso cada año en nuestro país para acceder a la formación como Psicólogo Interno Residente, solamente un porcentaje mínimo consiguen hacerlo (entre 100 y 200). En cierto sentido este puñado de afortunados que consiguen esas plazas constituyen una élite entre los psicólogos. Después de tres o cuatro años de rotaciones tutorizadas por múltiples dispositivos clínicos se convertirán en psicólogos especialistas en psicología clínica. Ellos serán, junto a algunos médicos y psiquiatras, los psicoterapeutas acreditados por nuestra sociedad.

Realizamos esta introducción para resaltar el hecho de que entre esos privilegiados que acceden a la formación como Psicólogo Interno Residente no es infrecuente la sensación de encontrarse absolutamente desarmados frente a la práctica clínica. No saben decidir si lo que les relatan sus pacientes son experiencias tan válidas como las de los considerados sanos o son productos psicopatológicos. Y si finalmente consiguen hacerlo, tampoco saben cómo hacer para ayudarles. De poco les sirve la formación en el paradigma cientificista de que nos habla el vicedecano Jesús Sanz.

Esta formación basada en la intelectualización, en la que nunca han visto atender o han atendido un paciente, provoca en no pocas ocasiones verdaderas crisis personales y profesionales en los futuros psicólogos clínicos. Aquel objeto del que le hablaban en la facultad (la paloma, la rata), cuyo estudio les llevaría a ser expertos -y científicos- en los temas que afectan a la mente, tiene bastante poco que ver con éste que encuentran en su práctica profesional.

Incluso dentro del programa PIR encontramos continuidad en esta misma línea de obsesión por lo científico en los desarrollos de toda una escuela de Asistencia Sanitaria Basada en la Evidencia (ASBE) [15], que tiene su origen en la medicina del mismo nombre. Es definida como la asistencia que

>>> "representa el uso racional, explícito, juicioso y actualizado de la mejor evidencia científica aplicado al cuidado y manejo de pacientes individuales y se fundamenta en la aplicación de los mejores datos científicos disponibles, bien para la aplicación clínica, evaluación de tecnologías, medicamentos, programas…
Y continúan:
>>> La búsqueda de las mejores evidencias/pruebas se encuentran en los ensayos clínicos publicados en revistas científicas, así como también en los meta-análisis, revisiones sistemáticas (Cochrane Library), en las guías de práctica clínica elaboradas con la metodología de la MBE e informes de agencias de evaluación.
>>> ¿Por qué utilizar la ASBE para organizar la atención a la salud mental? Porque mejora la calidad de los servicios, aumenta la efectividad y la eficacia de la atención clínica, reduce la variabilidad innecesaria e injustificada en la práctica clínica, reduce o limita prácticas no justificadas por los datos o que han demostrado riesgos iatrogénicos y promueve una mayor equidad en la asistencia sanitaria."

Detrás de estas renovadas pretensiones de cientificidad se encuentran sectores poderosos como por ejemplo la institución sanitaria que se guía por el binomio coste-beneficios y, más allá de ella y sobre todo, la industria farmacéutica.

La clínica es, sin embargo, un excelente lugar de confrontación con este tipo de planteamientos en la medida en que, contra las aspiraciones de objetividad científica invariablemente nos encontramos con que el objeto de nuestro estudio no es un objeto fácil de definir ni, por tanto, apresar. Lo relacionado con la salud/trastorno mental es algo caleidoscópico, confuso, de límites no claros, con definiciones y criterios diagnósticos que cambian constantemente; así difícilmente podemos aplicar los supuestos "mejores datos científicos" en el tratamiento de nuestros pacientes.

La clínica, o sea ese estar al lado del paciente, nos dice constantemente que ese objeto es tan sujeto como nosotros, y que se trata de un ser dinámico, siempre en devenir, que vive en un contexto social frente al cual nuestros esquemas previos apenas resultan ser una mezcla muchas veces inservible que engloba cuestiones técnicas, ideología, afectos e inconsciencia aproximadamente a partes iguales. A la vez, ese sujeto imposible de reducir a esquemas científicos, se nos muestra como un ser vinculado a otros seres que lo explican tan bien o mejor que los esquemas "científicos" que intentamos aplicarle. Como decía Unamuno: "¿Quién es capaz de extraer la raíz cúbica de este fresno?"[16]

Tenemos la suerte de realizar labores docentes en uno de estos dispositivos por los que rotan los PIR y MIR de Salud Mental durante sus últimos años de especialidad. Un espacio privilegiado donde observar de modo muy cercano, en pequeños grupos, este tipo de formación producida con pretensiones científicas. Un lugar en el que comprobar que afortunadamente, cuando estos profesionales toman conciencia del escaso arsenal terapéutico que poseen frente a la práctica clínica, buscan nuevos espacios de formación que les ayuden para moverse en ella con algo menos de inseguridad y algo más de eficacia. En no pocas ocasiones, al darse cuenta de la enorme importancia que tiene la relación personal con el paciente, constatan que su formación en este campo es absolutamente nula, lo que les obliga a buscar nuevos aprendizajes, ninguno de los cuales los recibieron ni en los planes de estudios universitarios ni durante su residencia.

Los considerados científicos al terminar la licenciatura comienzan a tener en cuenta que necesitan aprender cuestiones que les afectan no tanto en el plano intelectual como en el personal, cuestiones marcadas hasta ese momento por un sentimiento lleno de orfandad ya que, desgraciadamente, los representantes de la psicología académica nunca se encargaron de advertirles sobre ellas.

Conocemos bastantes casos de PIR y MIR que al terminar su residencia se plantean, a la vez que su orientación profesional definitiva, una formación distinta a la recibida que les permita adecuarse mejor como profesionales a su práctica clínica, para interaccionar del modo más adecuado posible con ese sujeto a veces enfermo y a veces algo menos, con el que pasamos horas, meses, años… En no pocos de estos casos lo que mejor encuentran para ello es un análisis personal con un psicoanalista, que les llevará algunos años en la tarea de conocerse un poco mejor y darse cuenta, entre otras cosas, de lo fácil que es engañarse con tantas pretensiones "científicas". Después de esta experiencia es posible que, tras otros pocos años de formación específica, decidan convertirse en psicoanalistas.

Sinceramente, dudamos muchísimo que estos psicólogos que, tras un recorrido tan largo (mucho más que el que dedicaron a su licenciatura), deciden convertirse en psicoanalistas se sientan demasiado afectados por declaraciones del tipo de las expuestas por aquel vicedecano. La mayoría llevaban más de diez años oyendo afirmaciones similares hasta que decidieron que no les servían de mucho. Y ahí están, bastante poco extinguidos mal que les pese a algunos


[01]Véase por ejemplo http://xoroi.com/linkrev.htm
[02] Bofill y Tizón, Qué es el psicoanálisis. Herder. Barcelona. 1994.
[03]El libro negro del psicoanálisis, Las ilusiones del psicoanálisis, Imposturas intelectuales, etc.
[04] Eysenck, Decadencia y caída del imperio freudiano. Nuevo Arte, Thor. Barcelona. 1988.
[05] Popper, K., Conjeturas y refutaciones. Paidós. Buenos Aires. 1983.
[06] Vila Castellar, J. y Fernández-Santaella, M. C., Tratamientos psicológicos/La perspectiva experimental. Pirámide. Madrid. 2004.
[07] Garrido, M., Valdés, L. M. y Arenas, L. (coords.), El legado filosófico y científico del siglo XX. Cátedra. Madrid. 2005.
[08] Salas Solís, M., La explicación en las ciencias sociales: consideraciones intempestivas contra el dualismo metodológico en la teoría social. En Rev. Reflexiones 84 (2): 51-60, ISSN: 1021-1209 / 2005. Facultad de ciencias sociales. Universidad de Costa Rica.
[09] Liberman, D.: Lingüística, interacción comunicativa y proceso psicoanalítico. Tomo I. Galerna. Buenos Aires. 1971.
[10] Sánchez Casado, A., La enfermedad del terapeuta. En La formación del terapeuta. Convergencias en Terapia Operativa Psicoanalítica. Ed. Asociación Convergencias en Terapia Operativa Psicoanalítica. Granada. 2009.
[11] Guattari, F., Cartografías esquizoanalíticas. Manantial. Buenos Aires. 2000
[12] Laplantine, F., El sujeto, ensayo de antropología política. Bellaterra. Barcelona. 2010
[13] Wittgenstein, L., Tractatus lógico-philosophicus. Tecnos. Madrid. 2007
[14] Shedler, J.: The Efficacy of Psychodynamic Psychotherapy en American Psychologist, Febrero-Marzo 2010, 65 (2): 98-109
[15] http://www.psicoevidencias.es
[16] Unamuno; M: La disolución racional (Cap. V) en Del sentimiento trágico de la vida. Alianza editorial. Madrid. 2004