Podemos pensar en la psicopedagogía como en el ámbito científico
que estudia al sujeto que aprende en un contexto determinado. Su marca
fundamental se establece en una doble vertiente, que podemos representar
en un eje temporal y otro espacial: el eje temporal implica una visión
de proceso en la que el movimiento (o su ausencia) son esenciales, representarnos
el aprender implica entender su desarrollo en el tiempo; en el eje espacial
cualquier indagación remite a una situación dada: sólo
es posible investigar el comportamiento humano en relación al contexto
en el que se produce. Si bien en estas páginas vamos a referirnos
fundamentalmente a situaciones de aprendizaje ligadas al entorno escolar,
no pensamos que ese sea el límite del campo psicopedagógico:
en contextos estructurados o espontáneos, en edades diversas, en
situaciones determinadas por la afectividad se producen (o no) aprendizajes
y son todos ellos posibles espacios de investigación e intervención
psicopedagógica.
Entendemos el aprendizaje como un proceso social (Pichon-Rivière,
Vigotsky) en el que participan de forma inmediata (relación profesor-alumno)
o mediata (libro, ordenador
) elementos interpersonales determinados
por un concreto marco cultural (el aula, la televisión, la biblioteca
).
Y desde esta perspectiva es el vínculo intersubjetivo (con otros,
entre otros) un condicionante básico de cómo se es humano,
de cómo se aprende y de cuáles pueden ser los obstáculos
frente a la realidad. Es un vínculo en el sentido pichoniano [1],
que se articula en un proceso triangular: cuando menos entre quien aprende,
quien enseña y el contenido de ese aprendizaje [2].
Psicopedagogía
de los ámbitos
Se trata de
un modo de acercarse al aprendizaje desde múltiples entrecruzamientos
y para ello requerimos de un instrumento conceptual específico,
la Teoría de los Ámbitos de Bleger [3].
Desde esta teoría se plantea una psicología que requiere
para el análisis y la comprensión de la conducta atender
a los ámbitos psicosocial, psicodinámico, institucional
y comunitario.
Desde una experiencia que comienza siendo corporal (Alicia Fernández
[4]), el aprendizaje se desarrolla afrontando
y enfrentando realidades. Partiendo de necesidades se establecen dinámicas
psicosociales en las que se integran deseos, representaciones, comportamientos...
Todo un proceso hecho con otros y sostenido por otros. Un proceso social
que permite la constitución de la subjetividad, del individuo,
a través de una red de vínculos que surgen en la relación
con otros y que permiten la construcción de un mundo interno y
otro externo, vínculos en los que se articula una clara y compleja
relación con las formas de responder ante las necesidades y el
mundo, formas de aprender.
Y estos sujetos se vinculan con otros sujetos y organizan entramados sociodinámicos.
Es el ámbito de lo grupal, entendido como una forma de pensar las
relaciones humanas, que transciende los grupos físicos y se articula
en múltiples representaciones internas e institucionales [5].
Sería el grupo el espacio natural de socialización y aprendizaje,
primero el grupo familiar, después para nosotros el grupo-clase.
Aquí la tarea y los roles serán determinantes para configurar
el proceso grupal. La articulación producida por la mutua representación
interna de los integrantes será una característica de esta
forma de entender lo grupal. No podemos equiparar psicosocial con personal
y sociodinámico con el grupo. Los vínculos son interpersonales,
los grupos a veces son referencias que una persona porta y utiliza también
en soledad, pensemos si no en el momento en el que un profesor repasa
su propuesta de trabajo para su próxima clase: ahí está
presente el grupo como referente básico, valorando sus condiciones,
sus características, sus problemáticas
Y esos procesos se producen en entornos determinados, ligados a contextos
sociales concretos en los que intervienen otras personas y otros grupos.
Así llegamos al ámbito institucional. Podemos representar
este ámbito como un entramado de relaciones, influencias, fracturas
y conflictos entre diversos grupos que se organizan vinculados entre sí.
De las muchas formas de pensar lo institucional aquí recurrimos
a una definición de mínimos útil para nuestros presupuestos:
contemplamos la institución como un grupo de grupos que interrelacionan
entre sí generando efectos diversos. Esta descripción no
permite reducir la institución a un sumatorio. Pensemos en un Instituto
de Secundaria y su organización: departamentos, personal no docente,
grupos-aula, equipo directivo
pero a su vez muchos de sus integrantes
participan de dos o más de estos grupos: delegados de aula, consejeros
escolares, participantes del equipo de mediación, integrantes de
la mesa local de educación
lo que rompe la linealidad del
sumatorio e introduce -otra vez- la complejidad como característica
de las dinámicas que van a producirse en la institución.
Además debemos destacar un aspecto enunciado por Marta Souto [6]
en el contexto escolar, las formaciones grupales. Según esta autora
es posible reconocer en los usos y los discursos de cada centro determinadas
tareas educativas que estructuran la organización, el comportamiento
y los valores de la institución más allá de las programaciones
y las declaraciones de intenciones. Así se plantean centros educativos
organizados por el éxito académico, otros por el orden y
la disciplina, otros por el terror y el miedo al caos.
Sobre el plano descrito, el de la institución, el ámbito
comunitario se determina por integrar en un territorio las correspondencias
entre las diversas instituciones que de un modo u otro determinan el hecho
de aprender. En lo comunitario también incluimos el sustrato ideológico
que conforma los estilos de relación y las formas de actuación
de las personas, grupos e instituciones que incluye. Y si aquí
mencionamos lo político como uno de los planos en los que la comunidad
se conforma y expresa, no podemos dejar de señalar que en todos
los ámbitos mencionados también se van a establecer relaciones
de poder. Recordemos a Foucault [7] cuando plantea
las relaciones indisolubles entre saber y poder, cuestión que ha
sido desarrollada con posterioridad y de una forma específica al
analizar los espacios educativos.
Cabe la posibilidad de entender esta descripción del campo social
como un juego de muñecas rusas, en el que cada ámbito se
inserta en el siguiente sin más relación que su carácter
contenedor. Nosotros no podemos defender ese planteamiento. Desde aquí
la pensamos como una constante dinámica de articulaciones y tensiones
que dificultan y posibilitan la construcción de esquemas conceptuales
que son herramientas de acción personal y colectiva.
Trabajar hipotéticamente,
incluyendo lo latente
Desde este modelo
de entender el aprendizaje podemos tratar de ubicar el papel del psicopedagogo,
como alguien que investiga y elabora hipótesis sobre los procesos
de aprendizaje y las condiciones, dispositivos o escenarios en los que
se produce o se pretende inducir (enseñanza). Y hablamos de hipotetizar
porque partimos del paradigma lewiniano, tan extendido en las ciencias
sociales, que supone que el aprendizaje sobre una situación se
produce a través de una práctica reflexiva entendiendo que
ante cualquier situación de cambio se produce un movimiento reactivo
y contrario: la resistencia al cambio. Definimos así al psicopedagogo
como un agente de cambio, cuya actividad se centra en trabajar con personas,
grupos, instituciones y comunidades para generar aprendizaje, lo que es
para nosotros sinónimo de cambio, exactamente adaptación
activa a la realidad.
Recordando que Lewin declaraba que no le era útil una ciencia que
sólo produce libros, se trata de hipótesis que se verifican
o falsean desde la intervención de manera que la secuencia investigación-acción-investigación
no acaba nunca e implica trabajar con hipótesis que sólo
son contrastables operando, observando qué pasa cuando se interviene.
En educación Stenhouse [8] ha realizado
significativos desarrollos de este modelo de trabajo en escenario escolar
y el lugar del maestro que construye un saber desde su práctica.
Elliott [9] también ha desarrollado este
esquema introduciendo importantes elementos grupales e institucionales.
Desde la concepción operativa la secuencia es existente-interpretación-emergente.
La lectura e interpretación funcional de una información,
material o acontecimiento en el contexto educativo es una herramienta
fundamental del trabajo del psicopedagogo. Una peculiaridad del modelo
operativo es la atención a los elementos latentes que aparecen
en la secuencia. Sánchez Casado y Castilla [10]
recogen en un reciente artículo esta consideración desde
el modelo operativo. Entre sus páginas recuerdan la siguiente expresión
de Freud para hablar de los contenidos manifiestos y latentes de los sueños:
|
Desde este plano el trabajo psicopedagógico entraña la necesidad
de realizar hipótesis interpretativas que nos permitan investigar
sobre esos significados no reconocidos de las demandas de las que nos
hacemos cargo. Y se trata de una búsqueda de significados compleja
en la que podemos encontrar que a un mismo enunciado-problema se asocian
numerosas variables y múltiples implicados. Pensemos en el capítulo
siete de la mencionada obra de Freud "La interpretación de
los sueños", recurramos a los conceptos de condensación
y desplazamiento. Lo que emerge en un contexto educativo puede concentrar
múltiples significados y referentes (un conflicto escolar como
conflicto familiar, un problema de disciplina como una fractura institucional
)
Emergencias que no inconscientes sino latencias. Entendamos que ante esta
forma de entender los hechos en los contextos educativos debemos realizar
dos lecturas integradas de lo que late, lo que vuelve y se repite hasta
que se transforma, pensando así que el latente a investigar implica
una repetición que es un no cambio, un no aprendizaje con el que
trabajar para transformarlo en otra cosa que genera aprendizaje y cambio
(personal, social, institucional
). Lecturas que implican pensar
a la vez en el eje vertical y en el horizontal de lo que late.
Pensar lo vertical
y lo horizontal en las situaciones de aprendizaje
Desde otra perspectiva,
la cuestión de la condensación nos lleva al análisis
de los planos vertical y horizontal de toda situación social. Cualquier
hecho, comportamiento o mensaje en un aula va a remitir a un plano vertical,
que atañe a su protagonista, su historia y su subjetividad. Además
tendremos una lectura complementaria, horizontal, que nos lleva
a entenderlo como una expresión grupal o institucional y que nos
obliga a comprender la situación desde esos ámbitos. En
una clase de apoyo el profesor proyecta una película sobre un adolescente
que tiene grandes aptitudes matemáticas y un insuficiente control
de impulsos emocionales, la obra se ve en varias sesiones y el alboroto
del grupo crece progresivamente. Al final el nivel de ruido hace que el
profesor corte la proyección, en el momento en el que el protagonista
desvela que fue víctima de repetidos malos tratos en su infancia
Semanas más tarde, entrevistando a uno de los alumnos de ese grupo,
Joaquín, recién llegado de Ecuador, por mostrar problemas
de comportamiento, uno de los orientadores del centro recoge que este
alumno es sancionado con agresiones físicas en su casa. Ese chico
tiene también arrebatos incontrolados de agresividad que le arrastran
a situaciones inmanejables y que coartan su rendimiento escolar. Desde
ahí aparece una nueva forma de pensar la dificultad para escuchar
públicamente un relato como el que presenta la obra cinematográfica,
una nueva forma de significar el comportamiento grupal.
Así, proponemos investigar lo latente como expresión de
las intersecciones de lo vertical y lo horizontal, integrar una lectura
compleja del "sujeto en situación", preguntándonos
cómo el problema enunciado, la situación de trabajo psicopedagógico
propuesta remite a la vez a planos múltiples y encadenados, cómo
la situación de un alumno en un aula además de tocarle en
su historia particular es una expresión grupal, cómo puede
obedecer a coordenadas de conflictos e historias institucionales... El
conflicto personal del alumno mencionado, con una historia personal surgida
desde su trama familiar, se entronca con un espacio grupal en el que su
conflicto se acoge y presenta, se dramatiza y resignifica: los códigos
de agresión se organizan también en uno de los subgrupos
de varones de la clase, se producen nuevos altercados y dificultades para
manejar conflictos que tienen los puños como lenguaje. En estas
situaciones la intervención psicopedagógica debe asumir
el compromiso de esclarecer campos y resituar líneas de tensión,
para impedir que los significados y sentidos se obturen en la depositación
masiva: el chivo emisario, el portavoz
Todo colocado de un modo
irresoluble, de una forma o con un continente que no permite drenar, comunicar,
compartir significados.
Desplazamientos también en el plano horizontal cuando se deposita
en el espacio escolar (en el rendimiento o en la conducta como problemas)
las situaciones de dificultad que son depositadas por un grupo familiar
en uno de sus miembros más jóvenes. Esta situación
mal enunciada, tomada por su superficialidad (manifiesto) pone al centro
educativo ante un problema irresoluble. Si lo que se juega, por ejemplo,
es la dificultad para asumir los costes de la experiencia migratoria de
todos los miembros de la familia y es el hijo más joven en que
expresa esta inadecuación en el escenario escolar, la intervención
psicopedagógica debe facilitar relecturas que permitan redefinir
el problema y recolocar ansiedades y conflictos. En términos comunitarios,
experiencias como estas son las que justifican el establecimiento de dispositivos
abiertos dirigidos a familias, jóvenes, mujeres
y que en
la escuela toman forma a través de la organización de programas
de acogida donde además de poder mostrar instalaciones o presentar
al alumnado de nueva incorporación a sus compañeros, se
crean espacios para verbalizar, compartir y elaborar las vivencias asociadas
a la experiencia migratoria.
Otro ámbito de intervención frecuente en psicopedagogía
y que tiene que ver con las articulaciones horizontales es la cuestión
que Ana María Fernández enunció como el problema
del grupo-isla [12] que tan frecuentemente encontramos
en educación. Una perspectiva reduccionista tiende a atribuir al
grupo-clase un valor de unidad explicativa a los fenómenos que
en ocasiones ocurren en su seno cuando lo que es preciso para poder entender
-e intervenir- en la dinámica del grupo son las condiciones institucionales
que la sustentan. Por ejemplo, un grupo de chicos y chicas con un alto
grado de inadaptación que viven su agrupamiento como un movimiento
de aislamiento escolar (separarlos de las "manzanas sanas")
pues difícilmente van a modular su conducta o a aprender algo si
no se revisa su posición institucional. Bien al contrario, es fácil
que sólo a través de "devolver" la agresión
puedan sentirse capaces de resistirse a la etiqueta estigmática
que sienten como una atribución escolar.
Y desde ahí podemos enunciar el trabajo del psicopedagogo: transformar
los enunciados del problema para poder compartirlos y repartirlos. Algo
así decía Funes [13] cuando proponía
que la tarea del orientador es la traducción: facilitar que varios
de los implicados puedan entender y compartir los sentidos de un hecho
en el marco de sus distintos lenguajes. Entender desde la familia los
márgenes y el papel de lo escolar, poder representarse en el aula
las condiciones y límites del aprendizaje que surgen más
allá del recinto escolar; poder transmitir a un menor que sus mayores
no pueden hacerse cargo de ciertas funciones pero que van a comprometerse
en otras, que pueden esperarle, que van a hacer lo que esté en
su mano para transformar las variables y condiciones que lo aprisionan.
En nuestro código esta capacidad "traductora" nos remite
a la cuestión de potenciar esquemas de referencia compartidos que
permitan entender y discriminar tanto las situaciones-problema como el
lugar y el papel de los diversos roles, agentes y sujetos implicados.
El problema de la horizontalidad en nuestra perspectiva conlleva analizar
los diversos planos, ámbitos, que se articulan, complementan, chocan,
se enfrentan o empujan en direcciones múltiples. Aquí se
abre la dimensión social de la realidad humana que requiere de
un esfuerzo de integración de la complejidad: ni eximir por los
condicionantes sociales, ni sobredimensionar el lugar del sujeto. Todo
lo contrario. Y es que no es posible entender lo uno sin lo otro: representarse
al sujeto sin su situación, ajeno al contexto en el que determinada
conducta o aprendizaje cobran sentido es una ingenuidad o un acto de perversa
prevaricación. Suponer protagonismos sociales ajenos a sus sujetos
activos es un gesto de romanticismo irreflexivo. Es en el pliegue entre
sujeto y situación donde el psicopedagogo puede replantear condiciones,
códigos y mensajes de manera que su investigación sea en
sí acción: redimensionar, redistribuir, recolocar acciones,
causas, efectos, visiones e interrelaciones es tanto un acto de saber
como de hacer, un camino de transformación que busca promover el
aprendizaje como cambio y que afecta no sólo al alumnado aprehendiente
sino a todos aquellos agentes comprometidos y condicionantes de la comunidad
en la que alguien aprende o vive la dificultad de hacerlo.
El grupo como espacio de investigación y elaboración
Desde la concepción
operativa de grupo, es el espacio grupal donde resulta más accesible
investigar y trabajar sobre los entrecruzamientos de lo vertical y lo
horizontal de los procesos en los que las personas aprenden en el marco
de las instituciones. Y resulta evidente que la organización escolar
se apoya constantemente en la contención grupal: equipo directivo,
claustro, departamentos didácticos, grupo-aula
Esta realidad implica diversas líneas complementarias para la intervención
psicopedagógica. En primer lugar obliga a una mirada crítica
y constructiva de los dispositivos y formas de organización grupal
de cada institución escolar. El análisis de las dinámicas
grupales de un centro va a ser un instrumento básico para poder
valorar la necesidad y la pertinencia de las propuestas psicopedagógicas,
no sólo va a posibilitar la detección de necesidades de
intervención, también va a permitir establecer su viabilidad
y oportunidad, todo ello con un valor pronóstico. En este sentido
podemos recordar una experiencia de análisis de contenidos grupales
en los que elementos formales del encuadre permitieron investigar situaciones
institucionales y poder replantear las intervenciones solicitadas ante
dificultades inicialmente definidas como individuales [14].
Entendemos el trabajo formativo en espacios grupales como una práctica
colectiva que genera aprendizajes individuales. En este marco cabe incluir
prácticas variadas con el alumnado como la orientación vocacional,
el trabajo sobre competencias básicas en el campo relacional, la
elaboración de procesos de transición y duelo
También
el grupo es un espacio formativo para docentes y familias, un lugar donde
poder integrar conocimientos, revisar actitudes y definir patrones de
comportamiento.
También defendemos la propuesta de intervención grupal como
un recurso para la intervención psicopedagógica institucional.
Y lo hacemos remitiendo a dos experiencias que han sido presentadas con
algún detalle en publicaciones. Abriendo espacios grupales es posible
dinamizar procesos de cambio institucional que pueden llevar a un claustro
a revisar sus prácticas colegiadas, abriendo nuevos planos de colaboración
y reestructurando canales de comunicación y cooperación
[15].
Recurrimos a otra experiencia [16] realizada
en varios centros de primaria y secundaria en la que a través de
la organización de dispositivos grupales se posibilitaron espacios
de aprendizaje centrados en el cambio de etapa, dirigidos a alumnado y
docentes que trabajaban en el último curso de primaria de distintos
centros. Los grupos abiertos a los alumnos permitieron hablar de sus imágenes
y temores ante la nueva etapa. Los grupos ofrecidos a las familias, reflexionar
sobre las nuevas necesidades y las competencias adquiridas para enfrentarlas.
Los grupos de docentes facilitaron visibilizar los efectos del choque
de culturas escolares en las dos etapas y la necesidad de arbitrar medidas
tutoriales y curriculares para facilitar los ajustes esperados en el alumnado.
Entendemos que desde nuestra perspectiva vamos a proponer abordajes grupales
al trabajo con familias (escuelas de padres y madres), con educadores
(grupos de coordinación de tutores, grupos de trabajo interdepartamentales
sobre alguna competencia básica, grupos en los departamentos didácticos
)
y vamos a entender la dinámica institucional como una determinada
forma de vinculación y comunicación entre grupos. Vamos
a pensar también en cuantos desarrollos de la acción orientadora
podemos atender desde una perspectiva grupal: tomas de decisiones sobre
programas de atención a la diversidad, educación para la
carrera profesional, resolución de conflictos, mediación,
abordaje de problemas de aprendizaje
Esta aproximación social al fenómeno de enseñar-aprender
no sólo nos lleva al análisis de los dispositivos grupales
existentes o a la proposición de nuevos espacios de trabajo para
desarrollar diversas tareas en el campo de la orientación educativa.
También comporta una visión de lo grupal que es intrínseca
a toda investigación psicopedagógica y que va a determinar
una forma de actuar concreta, independientemente de si se realiza una
entrevista grupal o individual. Realizar una evaluación psicopedagógica
comporta pensar y valorar el desarrollo de un alumno en diversos grupos
(aula, familia, iguales en los espacios informales
) y estimar su
acomodación a nuevos grupos (ajuste en el grupo de apoyo de compensatoria,
acomodación a un aula específica, incorporación en
un grupo de educación psicomotriz
). Esto significa pensar,
tratar de entender y valorar las formas en las que el alumno o la alumna
se vincula a otras personas en determinados contextos y cómo esos
vínculos determinan sus formas de aprender.
El lugar del psicopedagogo
Y pensamos en posiciones
de actividad, posiciones desde las que operar como agentes de cambio.
En ese sentido sólo podemos comprender el lugar del psicopedagogo
como distinto y diferenciado del docente, y no porque cuestionemos su
perfil de profesional de la educación, sino por la necesidad de
articular visiones trianguladas, contrastadas y complejas del fenómeno
estudiado. Desde aquí el psicopedagogo debe analizar su posición
y su actividad integrando lecturas críticas sobre sí mismo
de la mano de cuestiones como la contratransferencia (Freud) y la implicación
(Lourau). El primer concepto remite a qué es aquello que la situación
de trabajo, las relaciones con el alumnado, la institución, los
otros compañeros de equipo profesional generan en el psicopedagogo,
mucho de ello desarrollado en un plano inconsciente. Pongamos un par de
ejemplos: la vivencia que un orientador puede tener de su lugar distinto
y diferenciado así como las actuaciones que ello comporta en las
relaciones dentro de una institución escolar, cómo vive,
maneja o sufre sus conflictos con otros órganos de poder, cómo
entiende la distancia con la discapacidad de algunos alumnos, en qué
manera puede afectarle la necesaria burocratización de sus tareas
(generación de informes, dependencias orgánicas, ritmos
de actividad
).
Lo segundo, la implicación, remite a las coordenadas grupales e
institucionales: cómo se inserta el psicopedagogo en la institución,
cómo hace suyas ciertas consignas que son transferidas a su rol.
Pensemos desde aquí lo que ha podido generar la vinculación
psicopedagogos-LOGSE, que ha situado muchas veces de manera inmovilizante
a muchos orientadores que se encontraban enfrentados ideológicamente
con claustros y equipos directivos, sintiendo que sólo ellos entendían
y defendían el modelo de la integración (ahora inclusión)
o postulados básicos de la LOGSE como la ampliación de la
escolarización obligatoria hasta los 16 años.
Y no se trata sólo de entender lo grupal, lo institucional o lo
comunitario para responder a las necesidades personales de alumnos y alumnas.
Se trata también de elaborar hipótesis y propuestas para
trabajar en todos esos ámbitos tanto desde una perspectiva preventiva
como de transformación de contextos y condiciones de aprendizaje
Podemos afirmar que, incluso al contrario, el trabajo que a veces se desarrolla
individualmente con un alumno puede servir de base para construir hipótesis
y hacer propuestas en lo grupal o lo institucional. Por ejemplo, la coincidencia
de varias evaluaciones psicopedagógicas en un mismo nivel inicial
de la educación primaria puede sostener una propuesta a los órganos
de coordinación pedagógica para revisar los procedimientos
de enseñanza de la lecto-escritura, si lo que observamos en el
estudio pormenorizado de un número reducido de alumnos -un déficit
de competencias lectoras que trasciende lo individual- nos aporta información
relevante de los procesos generales y los métodos del centro.
De esta manera el psicopedagogo, el orientador, se ubica en una posición
de agente de cambio institucional ligando sus estrategias y sus acciones
a una posición relativa y cambiante dentro de la estructura educativa.
Tan importante como la acción, en esta tarea de facilitador de
cambio (cambio que permite aprender o enseñar), es la posición,
la revisión de las condiciones en las que el psicopedagogo realiza
intercambios y trabaja en el contexto institucional en el que está
inserto. Y lo pensamos considerando que la articulación acción-posición
puede generar la falsa impresión de que se trata de una relación
dicotómica. Bien al contrario, cada acción va a definir
un lugar, el lugar desde el que se opera. Y cada nueva ubicación
institucional abre y cierra campo para determinadas actuaciones.
Debemos aquí recordar a Bauleo [17], señalando
cómo la oferta está institucionalmente antes que la demanda,
que el profesional, en nuestro caso el psicopedagogo, sólo va a
percibir y atender a aquello que tenga previamente en su esquema como
problemáticas de aprendizaje susceptibles de intervención.
Si bien este análisis plantea las limitaciones asociadas a los
diversos esquemas de los distintos profesionales, reconocer este hecho
permite reducir en algún grado la ambigüedad asociada a esta
actividad educativa, a la vez que reconoce la necesidad aquí también
de establecer marcos de trabajo multidisciplinares. Es curioso cómo
se han incorporado al lugar del orientador numerosas expectativas y funciones,
de manera cercana a la del hombre/mujer orquesta. Ya Selvini [18]
en 1986 formuló la célebre expresión del "mago
sin magia" para referirse al lugar del -en aquel momento- psicólogo
escolar de las instituciones educativas italianas. Mucho más cerca
en el tiempo y próximo a nuestra realidad Loizaga [19]
plantea las dificultades y limitaciones de un lugar en el que se depositan
una cantidad y diversidad enorme de funciones y competencias, que ponen
en grave peligro la supervivencia profesional de este lugar educativo.
Una clínica
de la psicopedagogía
Entendido desde otro
plano, queremos describir el trabajo del psicopedagogo dentro de una práctica
clínica. Esta es una cuestión compleja en un colectivo que
durante años ha pretendido separarse y diferenciarse por oposición
con prácticas psicopedagógicas que entendían al alumno
como paciente, ajeno a su contexto y depositario de problemáticas
ajenas. A pesar de que ese intento de diferenciación ha generado
en ocasiones afirmaciones tan confusas como radicales [20].
Nosotros vamos a evocar diversas tradiciones para reivindicar esta cualidad
de la acción orientadora. Creemos que una necesidad de alcanzar
una identidad por oposición ha llevado a ciertos discursos dominantes
en psicopedagogía a definirse por el contrario de la intervención
clínica, confundiendo clínica y terapia... Pensemos si no
es clínicamente como analizamos las pruebas psicopedagógicas,
buscando un sentido y una comprensión de la persona que las ha
realizado (para emitir un juicio evaluativo, señalar recomendaciones
pedagógicas o proponer una determinada actividad familiar en el
contexto educativo). Pensemos si no es clínico el criterio por
el que entendemos la pertinencia de proponer una medida educativa u otra,
valorando la situación general de un alumno y las condiciones en
las que podría desarrollarse de una manera más equilibrada
(a veces en contra de promover determinados tipos de aprendizaje que van
a conllevar disarmonías madurativas: ya sabemos qué ocurre
cuando olvidamos esto al proponer medidas específicas para los
alumnos con altas capacidades intelectuales) en un contexto concreto con
unas determinadas opciones, posibilidades y límites. Además
esa cualidad, recogida por Filloux [21] para
la educación como práctica clínica, como un poder
escuchar al otro, es un recurso importante y una dimensión del
trabajo educativo desarrollado en su plano social. Hablar de una clínica
de lo social nos permite contemplar aquellos problemas de comunicación
y aprendizaje que van a determinarse o sostenerse en los distintos ámbitos
y que en ocasiones nos vienen señalados a los psicopedagogos como
dificultades individuales. Se trata de usar la actitud clínica
para poder responder de una manera educativa a las situaciones de trabajo
escolar, que lleva no sólo a escuchar los comentarios de un alumno,
también cómo establecen la dinámica institucional
los componentes de una junta de evaluación, la distribución
de espacios y poderes en el centro o la forma en la que se determinan
los recursos y programas de las llamadas medidas de atención a
la diversidad. Clínica no como individual o terapéutica,
sino como herramienta de comprensión e intervención en los
ámbitos indicados (psicosocial, sociodinámico, institucional
y comunitario).
La comunicación,
riel del aprendizaje
Desde nuestro modelo
operativo se establece una interrelación entre comunicación,
salud y aprendizaje. Desde ese esquema vamos a proponer que el trabajo
del psicopedagogo pasa por destaponar y facilitar la redistribución
de latentes que impiden enunciados correctos de las situaciones escolares
y, por lo tanto, impiden la búsqueda de respuestas satisfactorias
a los enunciados problema. Poner en circulación roles, desasignar
chivos expiatorios, redistribuir la responsabilidad y la capacidad para
tomar decisiones es un eje fundamental de la tarea orientadora. Esto,
desde dentro de la institución, no en el papel de asesor externo
sino como miembro del equipo educativo requiere un análisis constante
y riguroso del interjuego asunción-adjudicación de roles.
A veces inutilizado por supuesta "inoperancia", otras tan próximo
a los órganos de poder que no es posible ocupar un lugar de articulación
y pensamiento, otras entregado a la documentación y la burocracia
departamental
Proponemos como criterios de ajuste de la función psicopedagógica
en centros un balance entre la utilidad y la pertinencia de las actuaciones.
Proponemos que la actividad se analice en función de la respuesta
de los puntos de urgencia institucionales: los pedidos de intervención
que surgen de distintos espacios institucionales (dirección, tutores,
profesorado en general, padres y madres, alumnos
). Atender una petición
en este contexto no es sinónimo de responderla, se trata de recoger
la información y a partir de ese momento establecer hipótesis
de trabajo que permitan pensar la situación en términos
de aprendizaje y dificultad, de cambio y resistencia al cambio, de depositante
y depositado
El trabajo del orientador requiere siempre de un proceso
de negociación: nunca damos lo que se nos pide, siempre respondemos
con una oferta distinta a la petición original. En este proceso
de elaboración, que muchas veces comienza por la reformulación
del problema que sostiene la demanda, se centra la tarea de orientación
que con frecuencia podemos enunciar también desde el paradigma
inclusivo.
Booth afirmó que entendiendo la inclusión en el sistema
educativo como un proceso, éste se establecía en dos ejes:
el del aprendizaje y el de la participación [22].
La inclusión como grado nos lleva a pensar en el lugar que alumnos
y alumnas (y el resto de los integrantes de las comunidades escolares)
ocupan frente a los demás y desde ahí pensar en cómo
se condiciona, facilita o limita el aprendizaje. Pensaríamos desde
el esquema operativo en que las depositaciones inadecuadas (la concentración
en un alumno, su familia, un grupo o un determinado profesor) de aspectos
latentes de la institución se convierten en una barrera para la
participación y el aprendizaje. El trabajo de enunciar, recolocar
y reformular los conflictos y dificultades en esa trama institucional
lleva a determinar responsables y formular procedimientos y acuerdos para
encontrar soluciones, esto es, generar cambios.
Un ejemplo de práctica
psicopedagógica
Pensemos algunas de
estas variables a través de una situación práctica,
vamos a relatar una experiencia de trabajo psicopedagógico en centros.
Se trata de un centro público de secundaria del sur de la Comunidad
de Madrid. Una de las características del instituto es que acoge
a un número muy elevado de alumnos a lo largo del año: de
4 a 8 alumnos de reciente incorporación al sistema educativo español
por semana. En la dinámica establecida en el centro a este alumnado
se le escolariza, siguiendo la normativa, en función de su edad
en los diversos niveles de la Educación Secundaria Obligatoria.
Esta situación conlleva, entre otras cosas que los tutores de 4º
de ESO detecten un grupo de alumnas que traen una experiencia exitosa
de sus sistemas educativos de origen, que aquí se sienten superadas
por los niveles de exigencia del fin de etapa, que trabajan diariamente
y muestran una actitud positiva en el aula pero cuyo rendimiento escolar
está lejos de lo esperado para este nivel educativo. Esta situación
se plantea en una de las reuniones periódicas de coordinación
de la acción tutorial y coincide en el tiempo con otra información
planteada desde el equipo directivo al departamento de orientación:
se dispone de un grupo de apoyo que no está completo en 3º
de ESO y en el que cabría incluir a más alumnado. Tras contrastar
estas situaciones se plantea desde el departamento de orientación
a los dos planos intervinientes de la institución, primero equipo
directivo y luego a tutores, estudiar la posibilidad de dar un apoyo escolar
a estas alumnas que parecen muy lejanas de los objetivos y competencias
de etapa, que se van a evaluar en unos pocos meses, al finalizar el curso,
y que tienen interés y posibilidades de obtener en otras condiciones
esos aprendizajes, teniendo posibilidades de alcanzar el título
de Graduado en ESO. En términos pedagógicos la propuesta
se engloba en lo que se denomina una adaptación curricular no significativa:
no se altera la persecución de los objetivos de etapa, no se renuncia
a alcanzar los aprendizajes esperados para la educación obligatoria.
Se cambian ciertas condiciones de trabajo educativo para, justamente,
posibilitar que las alumnas puedan llegar a finalizar exitosamente la
ESO y continuar aprendiendo en otras etapas educativas. Y la adaptación
tiene en parte una cualidad temporal: todas las componentes de este grupo
diana, de diversas nacionalidades, experiencias familiares y situaciones
personales han llegado hace menos de un año a España y todas
sufren una situación de incompetencia escolar que contrasta de
manera desconcertante con sus experiencias escolares previas. Buenas alumnas
en sus lugares de origen, adaptadas positivamente a sus contextos escolares,
con expectativas de futuro que traen en la maleta (continuar aquí
sus estudios, pensar en la universidad) y la experiencia es otra. El impacto
de la experiencia migratoria fuerza una nueva situación desconcertante
que podemos entender en dos planos, uno de tipo institucional y u otro
psicosocial
.
Desde la perspectiva institucional incluimos el salto curricular. Hablamos
de la existencia de una diferencia importante de contenidos y procedimientos
escolares que condiciona los resultados, se trata de un salto en los cómos
y para qués entre sistemas educativos que incluye tanto lo escrito
en el currículo como los matices no dichos que acompañan
su puesta en práctica y que en cada lugar caracterizan a los sistemas
escolares. En términos vitales estas diferencias aparecen para
nuestro alumnado como un muro alto y difícilmente franqueable,
a pesar de sus esfuerzos por salvarlo. La integración en aula ordinaria
obliga a seguir todo el tiempo el ritmo de los otros, cuando la formación
previa es bien distinta y el resultado es escasamente reconfortante. La
aplicación diaria, el seguimiento de las clases, los intentos por
realizar las tareas escolares a diario no generan resultados y producen
desconcierto y frustración.
Complementariamente a esta lectura, en el ámbito psicosocial se
detectan otros efectos generados por la situación. Ahí el
ángulo de lectura nos remite a la verticalidad, a la experiencia
personal vivida y, en estos momentos, traumática. Pensamos básicamente
en el impacto de la experiencia migratoria que en todos los casos mencionados
conlleva desgarros vinculares y suposiciones equívocas. Las alumnas
son personas que se han visto desplazadas de un lugar a otro del planeta
en procesos que las han llevado a experimentar fracturas familiares, ausencias
de madres o padres que fueron los primeros en partir, establecimiento
de nuevos vínculos con los familiares que las cuidaron en su infancia,
en la ausencia y manteniendo viva la memoria de los adultos emigrados
Han visto que sus relaciones se mantenían a través de historias
contadas, de fotos y cartas, de correos electrónicos y chats, de
visitas esporádicas al lugar de origen. Cuando por fin se produce
el reagrupamiento este se realiza por nuevas rupturas y abandonos: se
dejan lejos los familiares que durante años ocuparon roles parentales,
que cuidaron y sostuvieron, quienes acompañaron en los días
escolares y las noches de enfermedad. Y el reencuentro se produce con
extrañeza, la niña de 4 años ahora tiene 15 y la
madre que recibe vivió sola durante más de 10 años
Todo esto aparece en un contexto de entrevista, actuaciones que se establecen
para valorar la situación de estas alumnas y establecer algún
apoyo a su aprendizaje escolar.
El análisis de la situación con los tutores de los grupos
de referencia y el equipo directivo del centro permite contemplar como
una opción ofrecer un apoyo escolar en áreas instrumentales
para facilitar el ajuste curricular. Se acuerda contar con el consentimiento
de las alumnas, el apoyo expreso del profesorado de los grupos y la autorización
de las familias. Reunir al profesorado de los grupos para compartir la
situación y contar con su apoyo permite visibilizar el dispositivo
y asumir que la decisión es colegiada y compete a todos los implicados
formalmente, evitando que sea una cuestión sólo de tutores.
Además facilita los aspectos organizativos: la información
se comparte, se valoran los detalles de la propuesta y se pueden abordar
colectivamente las dudas y las objeciones. Junto a todo esto, en esta
reunión docente se pudo plantear un posible itinerario desde el
que articular las diversas acciones en un eje temporal: la propuesta fue
la de entender que estas alumnas podrían fácilmente requerir
dos años para alcanzar los objetivos y competencias de la etapa
y que contando con la posible repetición del curso, con la ayuda
del grupo de apoyo y el resto de las medidas educativas, la titulación
(el graduado en ESO) está más cerca. La descripción
temporal tiene también la intención de incluir en los esquemas
del profesorado implicado una perspectiva distinta a la habitual en docencia
en secundaria, la que se articula sobre el ciclo anual compartimentado
en evaluaciones trimestrales. Se pretendía compartir un esquema
que pudiera esperar un proceso de cambio en la distancia, a medio plazo.
Esta cuestión se plantea siguiendo la idea de Moya y Solé
[23] de trabajar sobre adaptaciones curriculares
con el tiempo como variable independiente.
Para trabajar con las familias se propone una entrevista grupal con la
intención expresa de recoger información de desarrollo de
las alumnas, informar sobre la propuesta de apoyo que el centro ofrece
y recabar su autorización para que participen en ella. Además,
ese espacio permite poner a madres y padres a pensar en cómo sus
hijas están realizando el proceso de integración en España
y en sus roles parentales. Visibilizar las dificultades y darles un sentido
de "normalidad" permite hablar de las dificultades aparecidas
y revisar en algún grado las expectativas que no siempre aparecían
ajustadas a las condiciones de nuestras alumnas. De hecho también
se plantea la cuestión de contar con la repetición como
recurso para facilitar la descompresión en aquellas familias que
esperaban mejores rendimientos de sus hijas. Hablar y hacerlo con otros
en un contexto escolar permitió pensar de otra manera en la forma
en que las vidas de sus hijas transcurrían en el IES, espacio por
otro lado ajeno a estos padres y madres que vivieron otras escolaridades
en otros lugares. Hablar con ellos también representaba en estas
condiciones poder reconocer el valor del esfuerzo de sus hijas, mostrarles
el interés que como institución el centro tenía hacia
su rendimiento y hacer un lugar a algunos de los costes de los procesos
migratorios que en ocasiones quedan omitidos o silenciados.
Las entrevistas con las alumnas se organizaban sobre dos planos de comunicación.
Por un lado se trataba de una situación de evaluación en
la que se buscaba recabar información sobre las condiciones generales
e históricas que describían la adscripción de las
alumnas en el centro. Por otro, se les proponía la actividad de
apoyo propuesta por el centro. Los contenidos de las entrevistas estaban
generalmente relacionados con el hecho migratorio y las vivencias que
producían. En uno de los casos una cuestión significativa
y ligada a las transformaciones de la imagen personal que provocaba la
situación fue que una alumna mostró su disconformidad para
recibir apoyo porque "ella nunca necesitó ayuda escolar"
le resultaba muy poco manejable ser ella la que ahora saliera de clase
para recibir apoyo. El trabajo psicopedagógico permitió
poder elaborar esta situación-problema. En otra ocasión
se abordó la situación de "ahogo" que sufría
una de las alumnas, que "no podía pensar" ni en los estudios
ni en muchas otras cosas. Parecía que lo que no podía era
poder pensar lo que le había vivido y sufrido en estas idas y vueltas
geográficas. El trabajo de orientación incluyó un
análisis de situación con la alumna que facilitó
su pasaje a servicios de apoyo personal externos al centro. Allí
encontraría un lugar donde poder revisar su historia personal y
sus relaciones familiares, ordenar de nuevo sus condiciones de vida y
tratar de armar un proyecto personal coherente con sus circunstancias
actuales.
La posibilidad de articular una respuesta educativa a estas alumnas requiere
en primer lugar de una serie de movimientos institucionales: proponer
al equipo directivo la posibilidad de ofrecer esta respuesta y valorar
con los tutores la utilidad de hacerlo con todas y cada una de las alumnas
señaladas. Esto implica proponer una secuencia de trabajo: unas
entrevistas con las alumnas y sus familias para confirmar psicopedagógicamente
la pertinencia de la medida, apoyar la intervención de los demás
profesionales educativos y recoger expresamente la autorización
de los padres a participar en esta propuesta. Además la jefatura
de estudios plantea la pertinencia de realizar una junta extraordinaria
de los equipos docentes en los que se encuentran las alumnas para corroborar
la propuesta y contar con el beneplácito de todos los profesores
implicados.
Estos movimientos generan una serie de efectos en los ámbitos mencionados:
hay propuestas de trabajo personales, familiares, escolares
Podríamos
trasladar también iniciativas al ámbito comunitario incluyendo
a profesionales, instituciones públicas y asociaciones
Se
trata de definir la situación problema en sus múltiples
dimensiones; incluir a todos los agentes comprometidos en formular soluciones;
e intervenir sobre las dinámicas de colaboración y conflicto
entre agentes, grupos, instituciones.
No queremos con este esquema sugerir un mapa en el que el psicopedagogo
se coloque en un lugar central o predominante, bien al contrario se trata
de un agente de cambio cuya función es la de ofrecer protagonismo
y explorar los potenciales creativos de todos los intervinientes en los
procesos de aprendizaje. Pensamos en los alumnos, sus familias, el profesorado
Todos ellos integrados en espacios sociales que modulan y determinan no
sólo la forma de aprender sino el modo en el que se definen las
dificultades, que otorgan el rango de problema a unas circunstancias y
lo omiten en otras, que poseen dinámicas que abren y cierran determinados
campos de desarrollo, comunicación y convivencia. La tarea orientadora
conlleva resignificar mensajes, acontecimientos, conductas para que puedan
ser manejadas y reconducidas por sus protagonistas, transformando situaciones
estereotipadas, rígidas y dilemáticas en situaciones transformables,
dinámicas, cambiables. Para todo ello consideramos que todo este
entramado conceptual tiene un valor operativo.
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[01]
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[20] Para referirnos a un ejemplo ilustrativo de
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