Varios de los artículos de este número son ponencias
de las Jornadas de formación de APOP “Lo colectivo en cuestión: violencias
institucionales”, de mayo de 2011, en las que se construyó un espacio
de apertura y debate con personas con otros esquemas referenciales,
de distintas experiencias y formación, que se sumaron al debate y análisis
de la realidad social con nuestro modelo de la psicología social como
marco de trabajo. Además, completan el número interesantes aportaciones
tanto de miembros de la
Asociación como procedentes de otros ámbitos.
Recibimos
continuamente un volumen de información desasosegante, preocupante,
con diferentes niveles de violencia que abarcan un continuo desde la
silente que plantea N. Espiro, a la explícita empleada en defender los
intereses de los bancos o en los despliegues de antidisturbios ante
cada protesta ciudadana. Entre las aportaciones que pueden hacerse desde
la concepción operativa de grupo, C. Galán propone “Pensar la violencia”.
En el ámbito español, las declaraciones de Felipe González atendiendo
al sufrimiento del hijo de un político o banquero escrachado sin recordar
el sufrimiento de una familia desahuciada, y con mucha seguridad, además,
desempleada, revela hasta qué punto el poder actúa hegemónicamente y,
como señala Nietzsche en La genealogía de la moral, utiliza las situaciones
de derecho “como medios para crear unidades mayores
de poder”. Que un ex presidente de gobierno socialdemócrata actúe más
como actual consejero de corporaciones multinacionales termina de enterrar
el pretendido y engañoso concepto de capitalismo de rostro humano que
se pretendía vender. A lo largo de 2012 fueron 30.034 desahucios de
primera vivienda, según el Colegio de Registradores de España (El País,
“Un desahucio cada 15 minutos”, 12/04/2013), aplicando medidas declaradas
contrarias a la legislación europea de defensa de los consumidores por
el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
La
violencia con que se imponen los recortes, la violencia de los desahucios,
los suicidios que ha causado entre los afectados, puede considerarse
una reedición, continuada a lo largo de los siglos, de la violencia
de la acumulación originaria ilustrada por Marx en el capítulo 24 del
Tomo I de El Capital.
En
todas partes del mundo, incluyendo por supuesto EE.UU. y Europa, continuamente
el capital concentrado en corporaciones produce, además de las apropiaciones
de territorio (hay que recordar que el concepto territorio hace referencia al poder ya que proviene de terror, no
de tierra, según una teoría alternativa), también cercamientos [enclosure]
de comunes para su mercantilización, que Elinor Ostrom (2009)
comienza a identificar; que cubren casi todas las facetas de la vida,
desde Internet hasta el genoma humano. Este es un posible mapa
de los nuevos comunes que actualmente están en discusión académica:
Charlotte Hess: Mapping the new commons, 2008, http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1356835:
Paralelamente
a este proceso continuo de cercamiento de comunes para asignarlos al mercado
se producen miríadas de procesos de resistencia, pequeños o grandes, en
los que las personas reconstruyen una y otra vez un hacer común. El conflicto
social está en el corazón del proceso capitalista. Con mayor razón en
las crisis, la gente trata de crear y acceder a los recursos en un modo
diferente a las modalidades del mercado que es el modo estándar para el
capital. Massimo De Angelis, presenta como ejemplos el trabajo colaborativo
que ocurre en el ciberespacio, o las actividades en los centros sociales,
como la presentada en la entrevista en este mismo número de Huellas, así
como el artículo de C. Gallego y C. Martínez sobre la seguridad en los
espacios públicos, o simplemente las instituciones que la gente en lucha
se da a sí misma para sostener esas luchas. El gran desafío, sigue diciendo
De Angelis (On the Commons: A Public Interview with Massimo De Angelis
and Stavros Stavrides, en An Architektur, Nº 23, Julio de 2010, http://www.e-flux.com/journal/on-the-commons-a-public-interview-with-massimo-de-angelis-and-stavros-stavrides/)
es la articulación de las luchas por los comunes en el amplio rango del
contexto mundial, a diferentes capas de la jerarquía de salarios planetaria,
como un medio de sobrepasar la misma jerarquía.
En
contra de ese desafío, el “malvivir social” generado por las condiciones
de trabajo, que separa al individuo del nosotros grupal, está en la
base de una idea corporativista de colectivo acotado, que no permite
ver el conjunto sistémico que causa las formas de vida que transitamos
y dificulta el surgimiento y la adopción de una propuesta política transformadora.
“Se rompe la solidaridad de grupo, abocando a los ciudadanos a desarrollarse
como individuos aislados y enfrentados entre sí, a los que se les priva
cada vez en mayor medida de vínculos culturales y sociales para desarrollarse
a sí mismos e integrarse en la sociedad. Finalmente, la competencia
entre diferentes por derechos y servicios sociales acaba generando desigualdad.”
María José Fariñas Dulce (La globalización y sus
escisiones: escisión socio-económica versus escisión socio-cultural, http://www.fundacioncarolina.es/es-ES/nombrespropios/Documents/NPMJFari%C3%B1as1102.pdf
La disminución de los salarios y el alza de precios de los alimentos
afectan en primer lugar y en mayor medida a los sectores más pobres
de la sociedad global. Pero la crisis, en su aspecto de la disminución
de la demanda agregada de quienes pueden consumir, relacionada con la
inmensa capacidad instalada para generar bienes, incide también en las
grandes corporaciones que no tienen objetivos de inversión con el nivel
de rentabilidad que requieren. 700 billones de dólares del mercado de
derivados no tienen regulación. Como afirma Richard Duncan, ex asesor
del Fondo Monetario Internacional, el “creditismo” [o financiarización
de la economía, y de la vida,] es mucho menos estable que el capitalismo
industrial, y parece estar tambaleándose al borde del colapso (¿Una
nueva depresión mundial?, New Left Review en español, Ediciones Akal,
nº77, nov/dic 2012).
Según Lazzarato el paradigma de lo social
no es el intercambio simbólico, sino la relación acreedor-deudor; que
genera la moral de la culpabilidad, más acusada si se piensa en un pasaje
de una deuda finita a una deuda infinita. La figura de la persona endeudada
es transversal a la sociedad en su conjunto; la deuda sobrepasa
las divisiones entre empleo y desempleo, entre activos e inactivos,
entre productivos y asistidos, entre precarios y no precarios. Traspasa
fronteras y afecta a pueblos enteros y a generaciones, pobres o no,
a través de la deuda pública; los bebés no vienen con el pecado
original sino con una deuda de varios miles de euros, que le acompañará
desde su nacimiento hasta su muerte. El usuario transformado en «deudor»
debe reembolsar en comportamientos, actitudes, maneras de actuar, proyectos,
compromisos subjetivos, tiempos dedicados a la búsqueda de empleo, a
formarse según los criterios dictados por el mercado y la empresa. La
deuda reenvía directamente a una disciplina de vida y a un estilo de
vida que implica un trabajo sobre
sí, una negociación permanente consigo mismo, una producción de
subjetividad específica. Según este autor se puede afirmar que la deuda
reconfigura el poder biopolítico implicando una producción de subjetividad
propia: la de tod@s endeudad@s.
La
lucha contra la economía de la deuda y sobre todo contra su moral de
la culpabilidad, que, en el fondo, es una culpabilidad del miedo, requiere
una conversión subjetiva específica. Se nos sugiere a Nietzsche y el
ateísmo que libera a la humanidad de todo sentimiento de tener deudas
hacia su origen, hacia su causa
prima, y que es inseparable de una segunda
inocencia, no para con la deuda divina, sino hacia la deuda terrestre,
la deuda que pesa sobre nuestro monedero y que modula y forma nuestra
subjetividad. Salir de la moral de la deuda y del discurso en la que
ella nos encierra. La Fabrique de l'homme endetté. Essai sur la condition
néolibérale, Editions
Amsterdam, 2011)
Será el hacer común, los agrupamientos diversos, como mapa que admite
en su trazado semejanzas y diferencias, el cobijo de las aldeas subjetivas
como plantea en su texto P. Errázuriz, o lo multifamiliar en la experiencia
narrada teatralmente de E. Bustamante, o el lugar de los docentes en
la producción social de las violencias en las instituciones educativas,
como aporta L. García, algunas de las herramientas que permita rearmar/se
y sostener/se en los tiempos que vivimos.