REFLEXIONES PREVIAS
Cuando
a partir de 1976, meses después de la muerte de Franco, un grupo de
psicólogos y psiquiatras iniciamos en Sevilla un periodo de formación
con Armando Bauleo, Nicolás Caparrós y Hernán Kesselman, entre el aluvión
de novedades teóricas, lecturas hasta entonces desconocidas, experiencias
grupales, y momentos confusionales varios… nos llega un libro pequeñito,
con aportes novedosos, que acabó convirtiéndose en texto de consulta,
libro de relectura y material para docencia. Ese libro era Psicohigiene
y análisis institucional de José Bleger.
Esa carga de novedad estaba relacionada,
por un lado con las carencias y silencios de la universidad tardofranquista.
Y por otro lado, en buena parte, con una búsqueda (empujada desde lo
ideológico y el compromiso social) que nos llevó más allá de nuestros
primeros pasos de formación psicoanalítica, sobre todo en Freud y Melanie
Klein conectando, sin saberlo, con la ruptura epistemológica ya iniciada
por Pichon-Rivière más de 20 años atrás.
En aquellos momentos no pensaba que,
muchos años después, y confrontada con mi praxis profesional, iba a
considerar a la teoría de los ámbitos como una teoría que había incidido
de forma definitoria en mi práctica. Ya se lo decía Pichon a Bleger
en sus “conversaciones” (3), trayendo una frase de Kurt Lewin: “Nada hay más práctico que una buena teoría”
INTRODUCCIÓN: ELEMENTOS Y APORTES TEÓRICOS
A REPENSAR
Ahí ya Pichon se orienta hacia una
diferenciación teórica progresiva del psicoanálisis (o la muestra más
claramente). Hace una crítica a la relación de objeto como heredera
de la psicología atomista, y unidireccional; apuntando a la posición
de círculo cerrado del psicoanálisis.
Propone la necesidad de un nuevo concepto,
el de vínculo; con él pone
el punto de mira dirigido no exclusivamente hacia el objeto interno,
sino también hacia el externo; y esto de manera permanente. Y plantea
las relaciones múltiples que implica la teoría del vínculo como un desarrollo psicosocial de las relaciones
de objeto, que hace comprensible
la vida en grupo. El vínculo, desde esta óptica, es siempre un vínculo
social.
Define el vínculo como una relación particular
con un objeto, de la que resulta
una conducta más o menos fija con ese objeto, la cual forma un pattern,
una pauta de conducta que tiende a repetirse automáticamente, tanto
en la relación interna como en la externa con el objeto. De esta
forma habla de dos campos psicológicos en el vínculo: un
campo interno y un campo externo. (11, pág.35). Desde aquí establece
diferencia con la psicología introspectiva (que pone el foco en lo interno),
así como con el conductismo (con una mirada exclusiva hacia lo externo).
A partir de esta formulación conceptual
de vínculo, Pichon abre el camino a modificaciones necesarias respecto
a la redefinición de objeto de investigación y operación en
psicología:
“El objeto
central de las investigaciones psicológicas es el campo psicológico donde se
establecen las interacciones entre personalidad y mundo. El concepto de situación es importante, porque
connota las modificaciones en las que el medio es el agente, en tanto
que en el concepto de conducta
connota las modificaciones en que la personalidad es el agente. Es importante estudiar la noción de situación, interacción y conducta.
Desde estos planteamientos va configurándose
que el campo psicológico es el campo de las interacciones entre el individuo
y el medio. Y por eso Pichon concluye que el objeto
mismo de la psicología es el campo de la interacción. (11, pag.61)
Dejando claro a su vez que estos nuevos
desarrollos hacia lo social e interrelacional no excluyen la problemática
del mundo interno del sujeto.
“La conducta en última instancia es comprensible en la medida en que incluimos
el mundo interno y los vínculos con los objetos internos”. (11)
Esta mirada hacia lo interno y lo externo
le lleva a plantear los términos psicosocial, sociodinámico e institucional
de la posterior “teoría de los ámbitos”. Refiere que mediante el estudio psicosocial, sociodinámico e institucional de la familia
de un determinado paciente, podemos tener un cuadro completo de su estructura
mental (11, pág.22)
Pero el cambio teórico nos lleva a
una búsqueda y replanteamiento
metodológico:
Ya desde las primeras páginas de su
“teoría del vínculo” expresa claramente que para
construir una teoría de la enfermedad psíquica necesitamos la referencia
permanente del hombre en su contexto real y exterior”.
Y describe tres dimensiones en la investigación:
la del individuo, la del grupo y la de la institución o sociedad.
“Existen tres dimensiones de investigación: la investigación
del individuo, la del grupo y la de la institución o sociedad, lo que
da lugar a tres tipos de análisis: el psicosocial, que parte del individuo
hacia afuera; el sociodinámico, que analiza el grupo como estructura;
y el institucional, que toma todo un grupo, toda una institución o todo
un país como objeto de investigación” (11)
Este planteamiento conlleva a considerar
que sólo con la experiencia clínica no es suficiente para la comprensión
de la subjetividad humana. Quizás por ello Pichon-Rivière se plantea
la necesidad de que el servicio de psicopatología incluya un departamento
de investigación social. Así en 1955 crea el instituto Argentino de
Estudios Sociales (IADES), desde el que desarrolló investigaciones sociales
y algunas intervenciones comunitarias.
No es casual, como refiere Fernando
Fabris (10) que
la idea de ámbitos (Psicosocial, sociodinámico, institucional) apareciera
en 1956. La idea de los ámbitos
refuerza una línea metodológica en la cual, la mirada a la relación
del sujeto con el mundo interno no puede ser realizada sólo hacia dicha
relación, sino también con los otros objetos externos,
los vínculos (la historia de vínculos), el grupo, las organizaciones,
las instituciones, la sociedad.
HACIA LA TEORÍA DE LOS ÁMBITOS
Al hilo de
estas reflexiones, resulta evidente que toda conducta está siempre ligada
a un objeto, y que, por tanto toda
conducta es siempre un vínculo con otros, una relación interpersonal. Toda conducta se refiere a otro, las pautas
de conducta se asimilan y aprenden siempre en relación con otras personas,
la conducta es siempre un vínculo humano.
Bleger refiere
que la conducta de un ser humano
o de un grupo está siempre en función de las relaciones y condiciones
interactuantes en cada momento dado.
Los seres humanos estudiados en psicología, sea
en forma individual o grupal, deben serlo siempre en función y en relación
estrecha con el contexto real de todos los factores concretos que configuran
la situación (4)
Bleger habla
de etapas en el paso de la psicología de la abstracción al terreno de lo concreto: (5, pag.47)
-
En el hombre abstracto
de la psicología
tradicional, sus cualidades o manifestaciones dependen de su “naturaleza”,
de su organización interna., abstraídas del ser humano.
-
Posteriormente el ser humano es entendido como totalidad,
pero abstraído del contexto social, explicando así conductas o sucesos
concretos en forma totalmente desvinculada de la situación
-
En el terreno de lo concreto: El ser humano es
entendido como totalidad en las situaciones concretas y en sus vínculos
interpersonales (presentes y pasados).
Señala respecto
al análisis sobre la agresividad de un individuo desde la psicología
abstracta, que dicho individuo es agresivo porque siempre lo es; de
esta forma estamos adjudicando la explicación de un suceso
presente a una condición que corresponde a su “naturaleza” o personalidad.
Si nos preguntamos
sobre la superación de este esquema, desde la descontextualización de
esta descripción de la conducta agresiva posiblemente acordaríamos que
está superada. Pero, si revisamos nuestras prácticas, y desde la contextualización
de las conductas que confluyen en una conducta agresiva, podríamos constatar
que nuestras respuestas individuales, grupales e institucionales incluyen
en muchos casos la abstracción de la “naturaleza agresiva” del sujeto,
frecuentemente acompañada de la negación del contexto.
Esta visión
del ser humano como totalidad
en las situaciones concretas y en sus vínculos interpersonales (presentes
y pasados), sitúa los fenómenos que queremos estudiar en un marco
excesivamente amplio. Como concepto es útil y deviene de forma lógica
de los desarrollos teóricos de Pichon y las reflexiones recogidas por
Bleger.
Pero esto
requiere de exigencias metodológicas
que le lleva a desarrollar y concretar dos conceptos (Psicología de la conducta. Cap.: III-3: Campo de la conducta): concepto de campo (4, pag.42) y
concepto de ámbito. (4, pag.53)
Campo es el conjunto de elementos coexistentes e interactuantes
en un momento dado. Parte de una necesidad metodológica (de
nuevo la alusión a la metodología) de optar por una reducción de su
amplitud para poder estudiar los fenómenos con una mayor precisión. (El concepto proviene de la física
-Faraday, Maxwell, Hertz-, pero es traído a la psicología especialmente
por Kurt Lewin).
Es la situación total considerada en un momento
dado. Es decir, es un corte hipotético y transversal de la situación.
(4, pag. 42)
Al ser el
“campo” donde se desarrolla la conducta humana siempre dinámico y en
reestructuración y modificación permanente, el estudio del campo como
un corte no dejará de ser siempre un artificio. Es una delimitación
en el espacio y el tiempo de una conducta que se estudia.
Desde el concepto de campo Bleger subraya:
La conducta se va a convertir siempre en emergente que se da en un campo.
Emergente que puede recaer sobre el individuo o sobre
los otros elementos que integran el campo.
No podemos entender entonces la relación sujeto-medio
como una simple relación de causa efecto entre dos objetos distintos
y separados. Sino que ambos son integrantes de una sola estructura
total, en la que el agente es siempre la totalidad del campo, y
los efectos se producen también sobre él mismo, o dentro de él mismo
como unidad.
La conducta es así una modificación del campo y no una mera exteriorización de las
cualidades internas del sujeto,
ni tampoco un simple reflejo o respuesta lineal a estímulos
externos (4, pág. 43)
El concepto de ámbito hace referencia a la amplitud de la totalidad
de elementos a la que hace referencia el campo. Es otra delimitación,
metodológicamente necesaria que contiene dos características:
Un conjunto de elementos puede ser tomado para su estudio con una amplitud
variable.
No se refiere o abarca todos los fenómenos, sino
que se refiere a la amplitud de sucesos o vínculos humanos. Un individuo puede ser estudiado de forma aislada, o el estudio puede recaer
sobre grupos de individuos, o sobre normas o pautas de instituciones
sociales.
Pichon-Rivière, cuando comenzó a incluir el concepto
de ámbito, diferenciaba el psicosocial, sociodinámico y el institucional.
Es la misma diferenciación que hace Bleger en su libro Psicología de la conducta (Paidós 7ª edición, pág. 60). Pero en Psicohigiene y Psicología institucional (Paidós,
1976, pág. 47) añade el ámbito
comunitario.
El
ámbito psicosocial hace referencia al individuo estudiado en sí mismo,
pero estudiado en todos sus vínculos o
relaciones interpersonales, desde el vínculo primario.
En el ámbito sociodinámico se toma al grupo como una unidad; hace
referencia a la observación del sujeto en su grupo.
El
ámbito institucional abarca
la relación de los grupos entre sí y entre las instituciones que los
rigen.
El
ámbito comunitario incluye lo
colectivo-social.
Bleger pone el acento en una aclaración
que tiene que ver con el Esquema Conceptual Referencial Operativo (ECRO):
no hay coincidencia entre ámbito psicosocial y psicología individual;
de igual forma que tampoco coinciden psicología social con ámbito sociodinámico.
La diferencia entre psicología individual y social no reside en el ámbito
particular que abarca una y otra, sino en el modelo conceptual que utiliza
cada una de ellas. (5, pag.48)
Así se puede estudiar la psicología
de grupo con un modelo individual. O estudiar al individuo con un modelo
de psicología social.
En los procesos de aprendizaje (lo
solemos constatar en nuestras experiencias docente actuales y en nuestros
recuerdos de aprendizaje) se pone en evidencia la dificultad para modificar
el modelo individual. El análisis de los grupos en los espacios de post
grupo suele poner en evidencia esta dificultad y facilita a su vez las
modificaciones en el ECRO que se producen en el proceso de aprendizaje.
La forma de entender y contextualizar
la conducta, su consideración siempre como emergente de un campo, o
la consiguiente amplitud que acompaña al concepto de ámbito, abren la
puerta a la necesidad de poner la mirada en los distintos ámbitos en
los que se desarrolla la conducta, así como en la necesidad de intervención
con individuos, grupos e instituciones.
La teoría de los ámbitos implica por
tanto una reforma de los modelos
conceptuales, así como la
ampliación del ámbito de trabajo.
Esta ampliación nos habla a su vez
de cambio en el modelo conceptual. Desde modelos de la psicología individual
el punto de partida estaría en el individuo descontextualizado, aplicando
a los grupos e instituciones las mismas categorías observables y conceptuales
utilizadas para el individuo.
Cuando Bleger se refiere a los modelos
de psicología social invierte la dirección del proceso de investigación:
Debemos retomar el estudio de las instituciones con modelos
de psicología de la comunidad, el estudio de grupos con modelos de la
psicología institucional y de la comunidad y el estudio de individuos
con los modelos de la psicología de grupos, comunidad e instituciones
(5, pág.48)
Continúa y refuerza la dirección plateada
por Pichon-Rivière citada anteriormente: el objeto central de las investigaciones psicológicas es el campo psicológico
donde se establecen las interacciones entre personalidad y mundo (10).
Dirección en la que se constata que el individuo, como ser social, no
puede ser entendido sin la inclusión de los ámbitos en los que necesariamente
desarrolla su conducta, con el juego de mediaciones y predeterminaciones
que conlleva. En las relaciones del sujeto siempre estarán formando
parte los grupos, las instituciones y la dimensión comunitaria. Forman
parte de uno.
Al desarrollar la nueva dirección que
señala el desarrollo de una psicología social, Bleger hace una referencia
en pie de página a Politzer: Lo
que la psicología clásica considera el punto de partida de la psicología,
es decir, el conocimiento del individuo, no puede hallarse sino precisamente
al final. (5, pag.49)
Cuando Bleger plantea el desarrollo
de la teoría de los ámbitos acaba con una reflexión: Queda en este sentido, evidentemente, una gran tarea por realizar en el
desarrollo de la psicología. En rigor, este desarrollo apenas ha comenzado
y es muy reciente. (5, pag.48)
Desde aquí, Bleger es consecuente en
su centramiento en la intervención social y en las instituciones, contenidas
en su libro “Psicohigiene y análisis
institucional” y en el replanteamiento de los contenidos, roles
y funciones, que tanto interesó a aquellos profesionales recién licenciados
en 1976.
Él ya se adentra en el desarrollo de
modelos desde la psicología social, y de formas de intervención de los
profesionales. Abre líneas de comprensión e intervención desde la psicología institucional, o la intervención
del psicólogo en la comunidad.
Parte de un concepto de institución
que pone el acento en los grupos relacionados entre sí, las normas establecidas
(explícitas e implícitas), y la dirección a la consecución de objetivos
a través de la tarea.
La psicología institucional abarca el conjunto de organismos
sociales de existencia física concreta, que tienen algún grado de permanencia
en algún campo o sector específico de la actividad humana, para estudiar
en ellos todos los fenómenos humanos que se dan en relación con la estructura,
la dinámica, las funciones y objetivos de la institución (5, pag.52)
En este camino abierto incluyo las
aportaciones de las escuelas
institucionalistas (Lourau…),
estuvieron presentes en la incursión inicial en el modelo de psicología
social.
Plantean
una diferenciación entre organización e institución. La institución
hace referencia a la ideología, los valores sociales predominantes
en un momento histórico dado, los sistemas de normas... Los manicomios,
como organizaciones asilares concretas, nacieron y se mantuvieron como
concreción y confluencia de ideologías, valores culturales-sociales,
normativas-legislaciones, coyunturas políticas. La organización se refiere a las formas organizacionales, jurídicas, necesarias para alcanzar un objetivo
o una finalidad (educación, salud...), y el modo de concreción de esa
finalidad (como pudieron ser la creación de aquellos nuevos servicios
de salud mental a raíz de la reforma psiquiátrica).
Lourau define
institución como “forma que adopta la reproducción y producción
de relaciones sociales en un momento de producción dado”. (8)
Hay siempre
una relación antagonista entre instituyente e instituido y sobre
los procesos activos de la institucionalización (8)
Es entendido
como un Proceso dialéctico: instituido – instituyente – institución.
(8)
En el que
el concepto INSTITUIDO es referido al conjunto de reglas, normas, costumbres que el individuo encuentra en la
sociedad. Lo dado, lo legislado, las normas de funcionamiento
establecidas.
Instituyente es el momento de antítesis de la norma: la aceptación
o no de la norma; el cómo se particulariza lo universal. Es la posibilidad
de cambio y reajuste de la institución; momento de expresión del conflicto,
momento de contradicciones.
De este proceso
dialéctico resultan diversos momentos:
Momento de universalidad. Aquí
el concepto de Institución tiene como contenido: la ideología, los sistemas de normas; los valores que guían la socialización.
En su momento de particularidad, el concepto de institución
se refiere a las determinaciones
materiales y sociales que vienen a negar la universalidad imaginaria
del primer momento. Es
el momento de las contradicciones en la plasmación.
En el momento de singularidad, el concepto
de institución tiene por contenido las formas organizacionales y jurídicas
necesarias para alcanzar un objetivo o una finalidad
Análisis clarificadores acerca de los
procesos dialécticos de instituciones como la educativa, en diferentes
momentos en los últimos años. O la comprensión de la evolución de la
institución sanitaria desde la llamada reforma psiquiátrica, el desarrollo
de un modelo de atención sanitaria pública y el proceso actual. Y clarificadores
a su vez para poder pensar en el tránsito como profesionales en esos
diferentes momentos.
Hay un concepto
que ayuda enormemente a la comprensión de los procesos de inclusión
e interacción de individuos y grupos de las organizaciones en el marco
institucional: el concepto de transversalidad:
“La institución atraviesa todos los niveles de los conjuntos humanos”
(8)
Es Importante resaltar que no es un nivel de la organización
(reglas, leyes...) que actúa desde el exterior para regular la vida
de los grupos o individuos, sino un cruce de instancias (económica,
política, ideológica) que llega a formar parte de la estructura
simbólica del grupo y del individuo.
Desde la
práctica de la clínica en los servicios sanitarios, este concepto incide
en la posibilidad de reflexionar acerca de nuestra propia implicación
en los valores y prácticas que rechazamos desde análisis descontextualizados.
El concepto
de analizador hace referencia a los lugares donde se ejerce la palabra, pero también a ciertos dispositivos que provocan la revelación
de lo que estaba escondido. El analizador es entendido como
señal, signo, “emergente institucional”. En este sentido, las “instituciones”
(la reja, el empleo del tiempo, las reuniones...) aparecen como reveladores,
catalizadores del sentido: realizan ellas mismas el análisis. (Lourau)
(8) (9)
CLÍNICA GRUPAL, CLÍNICA INSTITUCIONAL
Es
la concreción del modelo psicosocial y de grupo operativo. El desarrollo
teórico iniciado por Pichon, y los desarrollos posteriores de Armando
Bauleo, nos permiten situarnos ante los conceptos de
clínica grupal y clínica institucional. (6)
Desde la Clínica Grupal y Clínica institucional
nos es posible integrar las interacciones que se dan en un campo de
intervención. (La conducta se va a convertir siempre en un emergente
de un campo). La intervención clínica es inseparable de su contexto
grupal, organizacional, institucional y sociocomunitario en la que se
desarrolla.
Desde aquí, la institución no es algo
externo, aislable. Bauleo habla de la institución como un conjunto,
en el que cada parte adquiere su sentido si se tiene en cuenta la interrelación
con el conjunto o con otros marcos institucionales más amplios.
No
podemos pensar la conducta de un individuo (paciente, miembro de equipo...)
sin contemplar la relación con el proceso del grupo. Ni entender lo
que sucede en un grupo (p. ej. el equipo) mirando sólo su dinámica interna
sin contemplar el contexto institucional en el que está incluido. Y
en esta línea, tampoco pueden adquirir sentido los procesos de institucionalización
del Sistema Sanitario, sin la inclusión en el análisis de otros marcos
sociales, económicos y políticos.
Hablar
de clínica institucional incluye hablar de los vínculos que se establecen
en un grupo de operadores (equipo) y un grupo de usuarios (pacientes)
Y de muy diversos fenómenos que, no por obviarse, dejan de actuar e
interrelacionar permanentemente en el acto clínico.
En
un sitio en el cual los encuentros tienen lugar, la trama imaginaria
no está jamás ausente. (Terreno resbaladizo y deslizable)
Pero
es un terreno que deriva de un cuestionamiento de la práctica, y vuelve
a ella desde la complejidad.
Cuestiones
como: ¿cómo intervienen los profesionales en una organización sanitaria
o educativa? ¿Cómo efectúan, o no, el análisis de la demanda? ¿De qué
forma se establece la relación con el usuario? (A. Bauleo) (6)
La
mirada al Equipo se hace necesaria y posible
Por
un lado, desde la formalidad de la normativa institucional, el término “Equipo” puede ser entendido como un agrupamiento de profesionales, en torno a una serie de criterios
técnicos y cuyas metas y actividades vienen definidas por un mandato
institucional, desde la verticalidad de la institución. (Lo instituido)
Pero
la normativa institucional no va a incidir en todos los planos de la
horizontalidad de un Equipo-grupo.
Es decir: en su grado de cohesión, en la definición operativa de la
tarea, o en la consolidación de metodologías propias y modos organizativos
propios en el desarrollo de dicha tarea. El funcionamiento grupal del
Equipo podrá posibilitar la capacidad instituyente de adaptación activa
y capacidad de cambio en el desarrollo específico y adaptado del mandato
institucional. Sin este plano horizontal del Equipo-grupo no podemos
hablar realmente de Equipo, o de “funcionamiento en Equipo”.
Bauleo señala que “hay una oferta anterior
al primer pedido, y ésta tiene que ver con la manera en la que se organiza
la oferta a los usuarios de cualquier servicio”. Pero para
ello el equipo necesita de espacios
grupales propios para poder enfrentarse a la tarea o mandato institucional,
discriminar acerca de la demanda, y definir y priorizar
los modos de intervención asistencial y terapéutica.
La reflexión y el análisis
del contexto del servicio y del equipo profesional que trabaja en él, debe de incluirse como un paso previo en la
puesta en marcha de dispositivos terapéuticos. Puede decirse
que es una parte más en la metodología de la intervención asistencial
y terapéutica. Que tiene un tema básico inicial: la demanda y su atención,
(tarea primaria institucional).
La demanda no es atendida
sólo por un clínico, sino por un servicio integrado por profesionales
con categorías profesionales y esquemas de referencia diferentes. Desde
aquí puede plantearse como prioritario el hacerse cargo de los vínculos
que se producen y de los entrecruzamientos de intereses e ideologías
y tomarlos desde el inicio como elementos que están presentes en la
escucha de la demanda y en la organización de la intervención.
Cuestión que lleva a la reflexión sobre la
transferencia y contratransferencia en el contexto de un equipo. Bauleo
plantea que transferencias
múltiples y contratransferencias y/o grados de implicación atraviesan
el quehacer cotidiano del Servicio, donde
de una manera casi vertiginosa el psicoterapeuta se encuentra ante necesidades,
patologías, sufrimientos y precariedades sociales que se entrelazan
con los límites institucionales que priorizan la eficacia, la rentabilidad
y el bajo coste.
Pero el psicoterapeuta, el profesional, está inmerso
en el contexto de un equipo-grupo-institución en el que confluyen diferentes
disciplinas y especialidades. Depende de su organización que esta diversidad
no aumente la fragmentación de la demanda de la asistencia, al tomar
en consideración aspectos parciales de la misma, como observa Marta
de Brassi: “Sin embargo creo que la fantasía subyacente
a cada una de estas “escuchas selectivas” sea haber abarcado la totalidad
de la problemática; más de un mal entendido o confusión que se manifiesta
en los equipos, está directamente ligado a esta situación”. (6)
La
dificultad para poder pensar como equipo (o como profesional en el contexto
de un grupo-institución), resulta más contradictoria cuando nos acercamos
a analizar la complejidad de una
demanda que va más allá de la relación individual entre profesional
y usuario. En la relación por parte del paciente no se puede hablar
de un vínculo dirigido sólo a un individuo, sino también a una institución
asistencial. Hay aspectos psicosociales e ideológicos que se ponen en
juego en la demanda, al incluirse las representaciones que los pacientes
tienen de la asistencia: Por un lado, el imaginario sobre el cual los
pacientes construyen sus fantasías de tratamiento y de curación y sus
exigencias acerca de lo que la institución debería satisfacer. Por otro,
el análisis sobre sus fantasías, sobre la asistencia en relación a las
funciones que debería cumplir el equipo, tanto en el plano de sus integrantes
como en el plano administrativo
Desde estas reflexiones,
desde la teoría y la práctica, es lógica la prioridad que tiene la construcción
de un espacio grupal del propio equipo. Y que desarrolla ampliamente
Bauleo:
“El primer
espacio grupal a construir es el del equipo terapéutico, que al igual que todo
grupo irá construyéndose alrededor de una tarea que los funda y los
convoca. A diferencia de otros grupos, el
equipo institucional se encontró con una tarea dada, con un espacio
instituido donde queda lugar para los procesos instituyentes, donde
hay un momento de libertad de creación, donde hay espacio para la imaginación,
el diseño de alternativas propias. Alternando con otros momentos donde
se harán presentes los límites”.
Este espacio grupal del Equipo tiene a su vez un efecto de contención
de las ansiedades del propio equipo ante la tarea y el propio proceso
grupal e institucional. Y para cuidar que se garantice la continuidad
de este espacio en el funcionamiento del Equipo, es fundamental que
estos espacios grupales tengan una articulación y un encuadre, así como
un cuidado del mismo. (12)
El desarrollo de una “Clínica Institucional” incluye
una mirada realizada desde la inserción en la institución. Los interrogantes
que nos hacemos, los esbozamos, concretamos y planteamos desde nuestra
inserción en las instituciones, con desempeños profesionales concretos.
Estas tareas, curar, enseñar, intervención social, son el objetivo de
nuestra intervención.
Pero, en la dirección de evitar parcializaciones tenemos
elementos que permiten una visión
integradora de nuestras intervenciones, por más limitados que sea
su campo de actuación. Y a la vez que integradora, complejificadora.
"Las
transformaciones de la clínica implican una modificación en la manera
de observar, de conceptualizar e instrumentalizar los espacios y las
prácticas correspondientes a cada sujeto (individual, grupal e institucional)
y de cómo ella misma es atravesada por nuevas conceptualizaciones sobre
esos sujetos”. (6, pag.46)
LA COMPLEJIDAD CRECIENTE
La
puerta abierta por Pichon-Rivière nos lleva a una compresión más integral
de un sujeto siempre contextualizado, y una práctica que rompe modelos
individuales. La amplitud que permite desarrollarse a nivel teórico
y práctico desde la amplitud de los ámbitos es evidente. Aunque también
es evidente su complejidad. Un pensamiento
complejo, en términos de Edgar Morin. (Morin incide en la evitación
de la habitual reducción de un problema a una cuestión exclusiva de
la ciencia que se profesa; así como en que la realidad
se comprende y se explica simultáneamente desde todas las perspectivas
posibles).
Desde esta
complejidad es posible abarcar la comprensión de determinados fenómenos.
En unas jornadas sobre “violencias
institucionales” (Jornadas
de APOP 27 y 28 de mayo 2011), se abordó “la violencia desde el marco operativo” (Galán
Cueli). “La concepción operativa
ponen en relación lo intrapsíquico tejido intersubjetivamente, lo psicosocial,
lo sociocomunitario y las determinaciones estructurales (el imaginario
social). Pone a trabajar lo individual, lo grupal, lo institucional-organizacional
y lo colectivo social”. (8)
Las prácticas
en la clínica, la educación o la intervención social adquieren una posible
dimensión más allá del espacio visible de la relación de dos, o de un
espacio reducido desde la óptica individual.
Un
profesional establece una relación terapéutica con un paciente o usuario
1.
Desde nuestro esquema
referencial, el paciente no es contemplado como un ser individual, sino
con todos sus vínculos o relaciones interpersonales. Desde el vínculo primario. En la relación individual trae al grupo
familiar.
No es sólo
entendido como individuo, sino como ser psicosocial.
2.
Trae a su vez las relaciones, aprendizajes y conflictos de sus distintos grupos
de pertenencia. Donde se desarrolla su historia de vínculos.
3.
Incluye también su integración (o exclusión) del sistema de producción. La
interrelación con otras organizaciones. Expectativas, depositaciones
y conflictos.
4.
Trae sus valores, normas desde sus atravesamientos institucionales. En la
relación asistencial se vuelca su representación, valoración y expectativas
del sistema sanitario, concretada en su Centro de Salud Mental y en
el profesional que le atiende: expectativas de curación; o de no cambiar
la valoración de enfermo; escucha, protección o informes para incapacitación…
El
profesional trae a la relación
5.
sus vínculos y su historia
de vínculos. Su ECRO, su concepto de enfermedad-salud
6.
La pertenencia a un equipo grupo y a distintos grupos. Los conflictos del
equipo y sus consecuencias de resolución o estereotipia.
7.
Su pertenencia a un Servicio sanitario. Las normas de funcionamiento de la
organización sanitaria.
1.
Los objetivos de la Institución sanitaria, normas y decretos institucionales
acerca de la organización de la atención sanitaria. Y las expectativas
y normativas respecto a la atención al usuario de los servicios. (Que
a su vez incide en el imaginario social sobre los servicios sanitarios
y sus profesionales)
Y su propio
imaginario sobre el paciente.
(9)
Y todo ello en un contexto que supone una ampliación del ámbito comunitario.
La globalización (Montecchi la plantea como un nuevo ámbito) como concepto
y realidad incide en la progresiva complejidad que podemos integrar
en una intervención psicoterapéutica, en una intervención grupal, en
una sesión de supervisión clínica… La situación de crisis actual esclarece
aún más la necesidad de incluir la globalización en la reflexión sobre
los ámbitos.
La
relación paciente-profesional es de dos personas, en un espacio de consulta
con la puerta cerrada.
Pero la amplitud, que puede ser integrada desde
la concepción operativa de grupo, es mucho mayor, aún en una consulta
individual Hay un círculo que abarca la relación de usuario-profesional.
Pero desde estas reflexiones teóricas, podemos integrar otro círculo
que permite poder desvelar los aspectos no presentes de forma explícita,
que trae cada uno de los componentes de la relación asistencial o terapéutica.
Pero
aún podemos seguir diciendo con Bleger: “Queda
en este sentido, evidentemente, una gran tarea por realizar en el desarrollo
de la psicología”. En la que contamos con instrumentos teórico-técnicos
desarrollados desde las primeras aportaciones recogidas en estas reflexiones.
BIBLIOGRAFÍA
1.
Bauleo, A., Notas de psicología y psiquiatría social, Atuel, Buenos Aires, 1988.
2. Bauleo,
A., Psicoanálisis y grupalidad, Paidós,
Buenos Aires, 1997.
3.
Bleger, J., Conversaciones con Pichon-Rivière,
Timerman Ediciones, Buenos Aires, 1976 (2ª edición).
4. Bleger, J., Psicología de
la conducta, Paidós, Buenos Aires, 1973, 2ª edición 1983.
5. Bleger, J., Psicohigiene
y psicología institucional, Paidós, Buenos Aires, 1976.
6. De Brassi, M., Bauleo, A., Clínica
grupal, Clínica institucional, Atuel S.A., Buenos Aires, 1990.
7.
Galán, C., La violencia desde el marco operativo. Lo colectivo en cuestión: violencias
institucionales, Jornadas de APOP 27 y 28 de mayo 2011.
8.
Lapassade, Lourau, Hess, Lobrot, Guattari
y otros, Campo abierto ediciones, Madrid, 1977.
9.
Lourau, R., El análisis institucional,
Amorrortu, Buenos Aires, 1991.
10.
Fabris, F., Pichon-Rivière, un viajero de mil mundos, Polemos, Buenos Aires, 2007.
12.
Vallejo, F., Características, funciones y tareas de los equipos comunitarios de salud
mental. En Equipos de salud (mental), salud (mental) de equipos
e instituciones, Leal, J. (coord.), Asociación Española de Neuropsiquiatría,
Estudios, Madrid, 1997.
|