SECCIÓN
VISTO / OÍDO |
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PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE |
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Puede que todo siga
igual. “Principio de incertidumbre”, Ismael
Serrano (2003) La incertidumbre nombra sin cesar nuestro malestar
cotidiano. Los titulares mediáticos la colocan un día sí y otro también, las
condiciones de trabajo, la prestación de servicios, el retroceso de los
derechos adquiridos, el futuro a peor que diagnostican gobernantes y
expertos, la actualizan sin cesar. El neoliberalismo opera en la doble dirección
de impedir imaginarse un futuro esperanzador y reconocerse en un pasado
digno. Lo que hicimos mal, como si todos fuéramos
responsables por igual, nos condena a pagar con precariedad los pecados
cometidos. De aquellos excesos, estas incertidumbres. Como decía una carta de un lector de “EL
País”, “La estafa viene de lejos, de muy lejos, tal vez nos hayan
estado estafando siempre, pero ahora están llegando a su perfección. Nos
recortan salarios, nos despiden, nos
despojan de derechos, nos roban y nos mienten. Y están a punto de conseguir
que aún les demos las gracias” [1] El bombardeo que las conquistas técnicas prometen
y su triunfo asegurado sobre lo imposible, (no hay impensable
que la técnica no hará posible, en breve), el descrédito de las instituciones,
el aliento persistente a la “gestión empresarial” de lo íntimo, (cada
uno/a esmerándose en el rendimiento óptimo para salvarse de ser resto
desechable) y la culpabilización de las víctimas, hacen de los tiempos
inciertos, terreno abonado de crisis de pánico, depresiones, “trastornos
adaptativos”, en los nuevos “diagnósticos” donde cabe casi todo lo que
nos sucede. Sortear la incertidumbre en tiempos de
vínculos precarizados, desasistidos del amparo de hacer con otros y
acicateados por los mandatos del neoliberalismo, nos deja bastante solos
frente a ella. Hemos cabalgado tiempos de “crecimiento indefinido”, lo más
parecido a la inmortalidad y rodeados de soluciones salvíficas que
potenciaban, sobre todo la ilusión del “todo es posible”.
Cuando no son las feromonas, es la serotonina,
o el genoma y sus predicciones, cuando
no, el síndrome de turno y la medicación oportuna. Y siempre está ahí lo que
aun no se sabe del cerebro y en breve resolverá todos los enigmas. En lo que
aun no se conoce de lo cerebral se aloja la certeza de un control posible,
certero, de todo lo que aun inquieta.
“Los primates se
diferencian de los seres humanos en que en los demás primates nunca se ha
observado lo que se conoce como “castigo por un tercero” (third-party punishment),
comportamiento considerado esencial para poder hacer cumplir normas sociales
con carácter estable. También está muy sesgado hacia los familiares y los
compañeros con los que se mantienen relaciones de reciprocidad. Diversos estudios han relacionado los procesos sociales
con el volumen de materia gris en una zona de unión entre el lóbulo parietal
y temporal. Por ejemplo, se vincula con la capacidad de ponerse en el lugar
de los demás y comprender sus sentimientos y pensamientos, es lo que se
conoce como Teoría de la Mente, vinculada íntimamente con el altruismo. Se ha
comprobado que gracias a programas de entrenamiento se producen cambios
estructurales en el cerebro en personas con esquizofrenia o autismo. En
estas terapias se hace hincapié en mejorar la cognición social, esto es, los
procesos que subyacen en las interacciones sociales, en las que se incluye la
habilidad de percibir las intenciones y estados mentales de los otros, el
procesamiento emocional y la percepción social. Así pues, se podría pensar que potenciando conductas
que favorecen la cognición social se desarrollarían las estructuras
implicadas, ya que nuestro cerebro es extraordinariamente plástico y
cambia a lo largo de toda la vida a través de nuestras experiencias. Hay muchos ejemplos de comportamiento genuinamente
altruista, lo que sugiere que tal comportamiento es un componente
intrínseco de nuestra naturaleza, un componente cuyo objetivo es el de maximizar
los beneficios sociales, y no los de carácter personal.” [2] El abanico de inscripción de nuestra
“capacidad social” comienza en los primates, contabiliza la materia gris del
lóbulo parietal, encumbra la tal Teoría de la Mente para localizar/colocar el
altruismo y de ahí la promesa de reeducación de las psicosis. Seguramente
este artículo sedujo a sus editores por lo de maximizar los beneficios
sociales pero la propuesta no puede ser más ambiciosa y mendaz. El segundo “La verdadera interpretación de los
sueños” se anuncia en la primera página del periódico “El País” con una foto
esta vez de Freud, que luego la nota sobre los sueños no justifica. ¿Por qué
se lo elige para “ilustrar”?, puede que por lo que el texto permite suponer,
que de paso, cañazo. Desacredita que algo queda. "Los sueños han estimulado la imaginación
humana como pocas cosas, tal vez porque cualquier teoría sobre ellos es
virtualmente irrefutable. Mensajes adivinatorios del futuro para unos,
reverberación interna del mundo según otros y narrativas enigmáticas para el
común, los sueños parecen exactamente la clase de experiencia subjetiva que
permanecerá siempre oculta, inaccesible al escrutinio público e impermeable a
la ciencia empírica. Craso error. La neurología ya está solo a un paso de
leer los sueños."
El sueño va sobre el tiempo ¿Por qué para anunciar “logros” neuro-científicos de tan dudosa
probidad se adjunta una foto del padre del psicoanálisis como dice el pie de
la misma?
Trías responde: “Pienso que no vale la
facilidad de siempre: apelar a los horrores del franquismo. Yo sería más
restrictivo: no el franquismo en general, pero sí un episodio muy específico
que fue responsable de nuestra formación religiosa y moral, y que dejó una
huella mucho mayor de la que nos creemos en las personas de nuestra
generación: me refiero a ese nacional-catolicismo que impregnó los hábitos
educativos durante toda la década de los años cincuenta y la primera mitad de
los sesenta, y que provocó una verdadera muralla de resistencias a todo lo
que pudiese significar Aire Libre en el terreno de la sexualidad y el
erotismo….. “Yo conozco muchísimos
protagonistas de la cultura de mi generación que desgraciadamente responden a
este perfil: muy “liberados” en lo superficial, pero radicalmente inhibidos
en las raíces que les permitieran una aceptación y acogida de ese imperativo
del “conócete a ti mismo” que preside la obra de Freud y la cultura del
psicoanálisis.” [6] Estas reticencias persistentes cambian de
ropajes, unas veces toman forma desde la psicología “positiva”, otras desde
los avances científicos, siempre, desde otorgarle a casi todo “efectos
terapéuticos” pero el aura científica de experimentos más o menos atinados
coloca sus resultados en el lugar de
lo que mejor explica la condición de los humanos y mejor responde a la lógica
subjetiva que necesita el neoliberalismo. Bajo el imperativo de “todo es posible”,
“Disfruta” “Sé feliz” “Tú puedes” “No te lo pierdas” “Compra ya o te
arrepentirás” “Te lo mereces” “Lo conseguirás”, se nos conmina a trabajar por
“el uno mismo”, la “Autoestima”, los “pensamientos positivos” en permanente y
extenuante rendimiento que optimice las prestaciones que damos equiparados a
las mercancías que consumimos. Bajo la apariencia de total permisividad, de
dueños de nosotros mismos, los imperativos son quizás más crueles y exigentes
que en las sociedades disciplinadas que dejamos.
[1]
Carta al Director de EL PAIS, lunes 30 de abril de 2012. |
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