SECCIÓN VISTO / OÍDO

   PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE
   Margarita Lorea Estomba

 

 

Puede que todo siga igual.
También puede que no sea así.
Quizás banderas blancas
tu habitación alumbren
y mi amor esté cerca
y los dioses duden.
Y este sea un buen principio,
principio de incertidumbre.
Puede que te salves. Puede
que amanezcas conmigo
y las espadas se entierren.

“Principio de incertidumbre”, Ismael Serrano (2003)

La incertidumbre nombra sin cesar nuestro malestar cotidiano. Los titulares mediáticos la colocan un día sí y otro también, las condiciones de trabajo, la prestación de servicios, el retroceso de los derechos adquiridos, el futuro a peor que diagnostican gobernantes y expertos, la actualizan sin cesar.

 

El neoliberalismo opera en la doble dirección de impedir imaginarse un futuro esperanzador y reconocerse en un pasado digno.

Lo que hicimos mal, como si todos fuéramos responsables por igual, nos condena a pagar con precariedad los pecados cometidos. De aquellos excesos, estas incertidumbres.

 

Como decía una carta de un lector de “EL País”,

 

“La estafa viene de lejos, de muy lejos, tal vez nos hayan estado estafando siempre, pero ahora están llegando a su perfección. Nos recortan salarios, nos despiden,  nos despojan de derechos, nos roban y nos mienten. Y están a punto de conseguir que aún les demos las gracias” [1]

 

El bombardeo que las conquistas técnicas prometen  y su triunfo asegurado sobre lo imposible, (no hay impensable que la técnica no hará posible, en breve), el descrédito de las instituciones, el aliento persistente a la “gestión empresarial” de lo íntimo, (cada uno/a esmerándose en el rendimiento óptimo para salvarse de ser resto desechable) y la culpabilización de las víctimas, hacen de los tiempos inciertos, terreno abonado de crisis de pánico, depresiones, “trastornos adaptativos”, en los nuevos “diagnósticos” donde cabe casi todo lo que nos sucede.

Sortear la incertidumbre en tiempos de vínculos precarizados, desasistidos del amparo de hacer con otros y acicateados por los mandatos del neoliberalismo, nos deja bastante solos frente a ella.

Hemos cabalgado tiempos de “crecimiento indefinido”, lo más parecido a la inmortalidad y rodeados de soluciones salvíficas que potenciaban, sobre todo la ilusión del “todo es posible”.


La alianza entre neurociencias, cognitivismo e industria farmacológica dotan al capitalismo de la nomenclatura para explicar lo humano y su condición, en términos de la lógica cerebral, las conductas reeducables y las medicinas pensadas para esos síndromes “descubiertos”.

 

Cuando no son las feromonas, es la serotonina, o el genoma y sus predicciones,  cuando no, el síndrome de turno y la medicación oportuna. Y siempre está ahí lo que aun no se sabe del cerebro y en breve resolverá todos los enigmas. En lo que aun no se conoce de lo cerebral se aloja la certeza de un control posible, certero, de todo lo que aun inquieta.


Dos ejemplos, tomados de los muy frecuentes artículos de prensa que “divulgan” hallazgos. Uno apuesta por la neurociencia interpelada cual oráculo infalible sobre nuestra condición “altruista”, el otro a la par que promete que todo está a punto de saberse, vía tecnología punta, desprecia lo que ya sabíamos y anuncia  la “verdadera interpretación de los sueños”.


“El cerebro y nuestro comportamiento altruista” se acompaña de una composición gráfica con distintos tipos de cerebros.

 

“Los primates se diferencian de los seres humanos en que en los demás primates nunca se ha observado lo que se conoce como “castigo por un tercero” (third-party punish­ment), comportamiento considerado esencial para poder hacer cumplir normas sociales con carácter estable. También está muy sesgado hacia los familiares y los compañeros con los que se mantienen relaciones de reciprocidad.

Diversos estudios han relacionado los procesos sociales con el volumen de materia gris en una zona de unión entre el lóbulo parietal y temporal. Por ejemplo, se vincula con la capacidad de ponerse en el lugar de los demás y comprender sus sentimientos y pensamientos, es lo que se conoce como Teoría de la Mente, vinculada íntimamente con el altruismo. Se ha comprobado que gracias a programas de entrenamiento se producen cambios estructurales en el cerebro en personas con esquizofrenia o autismo. En estas terapias se hace hincapié en mejorar la cognición social, esto es, los procesos que subyacen en las interacciones sociales, en las que se incluye la habilidad de percibir las intenciones y estados mentales de los otros, el procesamiento emocional y la percepción social.

Así pues, se podría pensar que potenciando conductas que favorecen la cognición social se desarrollarían las estructuras implicadas, ya que nuestro cerebro es extraordinariamente plástico y cambia a lo largo de toda la vida a través de nuestras experiencias.

 

Hay muchos ejemplos de comportamiento genuinamente altruista, lo que sugiere que tal comportamiento es un componente intrínseco de nuestra naturaleza, un componente cuyo objetivo es el de maximizar los beneficios sociales, y no los de carácter personal.” [2]

 

El abanico de inscripción de nuestra “capacidad social” comienza en los primates, contabiliza la materia gris del lóbulo parietal, encumbra la tal Teoría de la Mente para localizar/colocar el altruismo y de ahí la promesa de reeducación de las psicosis. Seguramente este artículo sedujo a sus editores por lo de maximizar los beneficios sociales pero la propuesta no puede ser más ambiciosa y mendaz.

 

El segundo “La verdadera interpretación de los sueños” se anuncia en la primera página del periódico “El País” con una foto esta vez de Freud, que luego la nota sobre los sueños no justifica. ¿Por qué se lo elige para “ilustrar”?, puede que por lo que el texto permite suponer, que de paso, cañazo. Desacredita que algo queda.

 

"Los sueños han estimulado la imaginación humana como pocas cosas, tal vez porque cualquier teoría sobre ellos es virtualmente irrefutable. Mensajes adivinatorios del futuro para unos, reverberación interna del mundo según otros y narrativas enigmáticas para el común, los sueños parecen exactamente la clase de experiencia subjetiva que permanecerá siempre oculta, inaccesible al escrutinio público e impermeable a la ciencia empírica. Craso error. La neurología ya está solo a un paso de leer los sueños."

Tal y como describen en la revista Science, Kamitani y sus colegas han decidido centrarse en solo tres voluntarios -o quizá es que solo consiguieron tres-, pero les han exprimido con nipona minuciosidad. Al sujeto se le introduce en el estruendoso tubo de resonancia magnética a razón de tres horas por sesión y por el plazo de diez días; en cuanto el voluntario, pese a todo lo anterior, logra dormirse y el ordenador registra su actividad cerebral, los científicos lo despiertan bruscamente y le preguntan con qué estaba soñando, y así hasta 200 veces.


"Y su éxito ha sido más que notable. Después de entrenar a sus algoritmos de esa forma, con 200 o más correlaciones para cada voluntario, el sistema ha sido capaz de predecir la imaginería onírica con un 60% de acierto. Es decir, que las pautas de activación que se ven por resonancia magnética durante el sueño significan -tres de cada cinco veces- lo que el sujeto estaba soñando subjetivamente en ese momento, o al menos lo que un segundo después dijo haber soñado. Sueños plasmados.

Hasta ayer, la posibilidad de leer los sueños no era más que ciencia ficción de serie B -"Star Trek en el mejor de los casos", como comenta en Science el neurocientífico de Harvard Robert Stickgold-, pero el tema acaba de saltar a la estantería de no ficción. Los investigadores de Tokio llaman la atención sobre los posibles avances en el tratamiento del insomnio y otros males de la mente que se derivan de sus descubrimientos. Pero ahora que nos van a saber leer los sueños, tendremos que preguntarnos si queremos que nos los lean o si no, y si no por qué no."
[3]


La nipona minuciosidad eufemiza el método de obtención de la "verdad" sobre los sueños. Ya no se trata de narrarlos y que la libre asociación les otorgue sentido singular para el soñante, sino que el tormento sobre tres personas y la sofisticada resonancia magnética den cuenta de lo que "todos" soñamos.

La técnica ponderada como ciencia al asalto de una experiencia subjetiva que no ha comparecido ante lo evaluable, lo escrutable públicamente es el craso error que tenemos que abandonar y la neurología nos ayudará.

Esta ilusión de pertenencia a lo natural y sus leyes insiste y no cede en su afán de pensarnos con un destino asimilable a las leyes de la naturaleza como si la diferencia de nuestra condición humana, ajena, extraviada de sentido, incompleta, no armonizable, fuese insoportable y un error subsanable, a la brevedad.

Si algo desmontó el legado freudiano fue esta creencia. No trae buenas noticias, no pertenecemos a la naturaleza, al destino prefijado de lo natural que cumple sus leyes. Y nuestra turbulencia pulsional sostiene la civilización "desnaturalizada".

Este propósito que cuenta células, persigue imágenes de lo cerebral, protocoliza comportamientos, insistiendo en reducir, sin complejidad alguna, la condición de lo humano a lo bioquímico se presenta como la Verdad que nos salvará de todos los problemas.

Pese a tanta promesa salvífica, la angustia, la fragilidad, la alienación, la dificultad para establecer y sostener vínculos, el malestar de vivir, no ha hecho más que incrementarse a tenor de lo que nos encontramos en nuestros quehaceres cotidianos.

La intuición poética de Lorca que cantó de maravilla el Camarón de "La Leyenda del tiempo"
[4] decía mejor sobre nuestros sueños.

El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño

El tiempo va sobre el sueño
Hundido hasta los cabellos
Ayer y mañana comen
Oscuras flores de duelo

Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el gemido del niño
La lengua rota del viejo

Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento

¿Por qué para anunciar “logros” neuro-científicos de tan dudosa probidad se adjunta una foto del padre del psicoanálisis como dice el pie de la misma?


El descrédito permanente del discurso psicoanalítico no es solo cuestión de noticias periodísticas, más o menos contrastadas. Es una constante cultural desde los espacios que  divulgan la producción intelectual en España, salvo contadas excepciones.


Jorge Alemán y Sergio Larriera en “Filosofía del límite e inconsciente. Conversación con Eugenio Trías”
[5] preguntan al filósofo,  que hizo de los sueños texto y pretexto de su vasta obra, sobre la persistencia en España de excluir el psicoanálisis de la circulación de saberes, por estar obsoleto, siendo como fue López Ballesteros el primer traductor de Freud por consejo de Ortega y Gasset y Angel Garma el introductor del psicoanálisis en la Argentina, pionera en la recepción de la obra de Freud en los primeros años del siglo XX.

Trías responde:

“Pienso que no vale la facilidad de siempre: apelar a los horrores del franquismo. Yo sería más restrictivo: no el franquismo en general, pero sí un episodio muy específico que fue responsable de nuestra formación religiosa y moral, y que dejó una huella mucho mayor de la que nos creemos en las personas de nuestra generación: me refiero a ese nacional-catolicismo que impregnó los hábitos educativos durante toda la década de los años cincuenta y la primera mitad de los sesenta, y que provocó una verdadera muralla de resistencias a todo lo que pudiese significar Aire Libre en el terreno de la sexualidad y el erotismo…..

“Yo conozco muchísimos protagonistas de la cultura de mi generación que desgraciadamente responden a este perfil: muy “liberados” en lo superficial, pero radicalmente inhibidos en las raíces que les permitieran una aceptación y acogida de ese imperativo del “conócete a ti mismo” que preside la obra de Freud y la cultura del psicoanálisis.” [6]

Estas reticencias persistentes cambian de ropajes, unas veces toman forma desde la psicología “positiva”, otras desde los avances científicos, siempre, desde otorgarle a casi todo “efectos terapéuticos” pero el aura científica de experimentos más o menos atinados coloca  sus resultados en el lugar de lo que mejor explica la condición de los humanos y mejor responde a la lógica subjetiva que necesita el neoliberalismo.

 

Bajo el imperativo de “todo es posible”, “Disfruta” “Sé feliz” “Tú puedes” “No te lo pierdas” “Compra ya o te arrepentirás” “Te lo mereces” “Lo conseguirás”, se nos conmina a trabajar por “el uno mismo”, la “Autoestima”, los “pensamientos positivos” en permanente y extenuante rendimiento que optimice las prestaciones que damos equiparados a las mercancías que consumimos. 

 

Bajo la apariencia de total permisividad, de dueños de nosotros mismos, los imperativos son quizás más crueles y exigentes que en las sociedades disciplinadas que dejamos. 


De manera similar a los mercados insaciables que piden más austeridad, la gestión del “uno mismo” pide siempre más y mejor performance para no “desconectarse” y quedar obsoleto.


“Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño” nombra lo que tenemos que soportar de irreductible, tanto en el “conócete a ti mismo” como en las dificultades de nuestros vínculos.


La incertidumbre de vivir quizás tiene que ver con soportar la tensión entre lo posible y lo irreductible, también en las formas de agrupamiento que nos damos y en las instituciones que organizamos y a las que pertenecemos.


Hacer constar lo irreductible permite construir lo posible, sabiendo que las formas que alcanza tendrán que sostenerse siempre en la tensión de lo que puede tomar otra forma.


Ni la resignación ante las explicaciones reduccionistas que pretenden nuestra servidumbre, ni las promesas salvíficas aunque tomen formas “científicas”, cuando solo son artilugios técnicos, nos ahorran esta tensión.


Tampoco esta tensión debería excusarnos de intentar una y otra vez esos posibles, de hacer con los otros, que cobijen nuestra condición errada y errante.


Como dice Eugenio Trías “somos un retoño de aquel Árbol de la Vida cuya generosa sombra nos da ánimo y vigor para seguir existiendo, pero de eso nada sabemos mientras vivimos….estamos puestos en el límite; enganchados al estribo; a mitad de camino entre el presentimiento y el logro; un paso más acá o más allá de todo afán y conquista”.
[7]




[1] Carta al Director de EL PAIS, lunes 30 de abril de 2012.
[2] Periódico Diagonal, Meléndez, I., semana del 7 al 20 de febrero de 2013. Madrid. https://www.diagonalperiodico.net/saberes/cerebro-y-nuestro-comportamiento-altruista.html. Las negrillas pertenecen al texto publicado.
[3] EL País, viernes 5 de abril de 2013 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/04/actualidad/1365090904_485210.html
[4] Camarón de la Isla, 1979, Polygram.
[5] Alemán, J., Larriera, S., Síntesis, Madrid, 2011.
[6] Pág.122
[7] Trías, E., "El árbol de la vida" Memorias, Destino, Barcelona, 2003, pág.147.