Experiencias terapéuticas grupales
Coordinado por Emilio Irazábal Martín y Mariano
Hernández Monsalve.
Editado por Editorial Grupo 5, número 2 de la
serie Intersecciones y Fronteras de la Salud Mental
ISBN 978-84-939872-5-1
245 pág.
2013
Este libro que acaba de publicar Grupo 5 es un
acercamiento a lo grupal desde una posición de reflexión y aprendizaje
partiendo de la experiencia, operando con la realidad. Se comparte la
práctica con honestidad, no sólo para mostrar los éxitos, sino también
las dificultades, las incertidumbres y el proceso. Entre sus líneas
se percibe el deseo de compartir, quizá porque las autoras y autores
de estas experiencias coordinan grupos desde la vivencia de que compartir
enriquece. Parece también que el libro nace para dar testimonio de los
profesionales que en la Comunidad de Madrid están comprometidos con
la investigación de propuestas grupales como abordajes de la salud mental.
En todas ellas el grupo terapéutico aparece como una realidad de sostén,
contenedor para elaborar los conflictos que están en la base del sufrimiento
psíquico. Se presenta al grupo como urdimbre sobre la que crear y con
grandes potencialidades terapéuticas.
La diversidad es otra de las características de este libro. Se comienza
con una profunda reflexión de
Antonio Tarí sobre la ausencia
de demanda en los pacientes de los dispositivos de rehabilitación
que lleva al estudio de los obstáculos que aparecen en el proceso grupal
y los emergentes contratransferenciales. Se presenta posteriormente
la reflexión de Luz Ibáñez y Fernando Martín sobre la experiencia de
psicoterapia grupal con pacientes psicóticos en el CSM de Alcobendas
dentro del marco de la concepción operativa de grupo y se describen
las características del grupo teniendo en cuenta, como no puede ser
de otra manera, la institución en la que se desarrolla. Es un trabajo
que defiende desde la experiencia la idoneidad del trabajo grupal y
sus factores terapéuticos para
la patología psicótica.
Aparecen propuestas
novedosas fruto de una combinación de reflexión y de búsqueda de
nuevas vueltas en la espiral creadora. Un ejemplo es la experiencia
que presenta María Martín en el Hospital
Infanta Sofía, con la creación de un dispositivo grupal terapéutico
con la tarea de pensar juntos sobre una película que se acaba de ver.
Se resalta el placer de compartir una emoción, de pensar con otros utilizando
el cine como estímulo de aprendizaje que nos posibilita trabajar con
lo simbólico para integrar emociones, intuición y racionalidad.
En esta línea de búsqueda
de alternativas nos encontramos con la propuesta de Carmen González,
Cristina Díez y Antonio Ceverino, del CSM de Hortaleza. En el encuadre
de un grupo terapéutico con pacientes con trastorno de personalidad
deciden incluir una sesión de grupo multifamiliar mensual. Este “experimento",
como las autoras y el autor lo denominan, fruto del convencimiento de
la necesidad de integrar a las familias en el tratamiento de los pacientes,
abre la posibilidad de análisis y reflexión honesta
la experiencia.
Rosa Gómez comparte con nosotros un estudio y
una revisión histórica rigurosa del
trastorno límite de personalidad para luego profundizar en la experiencia
grupal llevada a cabo en el CSM de Alcorcón con mujeres con este diagnóstico.
Se observa la riqueza del grupo para posibilitar la aparición de los
conflictos que están en la base del trastorno con objeto de contenerlos y pensarlos. Llama mi atención
el papel del terapeuta para mantener el encuadre, ofrecer su presencia
y su escucha.
Sobre adolescentes contamos con la aportación de Rosario Pérez, Raquel García, Inés
García, Valeria Costarelli, y Lourdes García en el Centro de Salud Mental
de Collado-Villalba. Se presenta un grupo de 9 meses de duración y nos
trae “Alicia en el País de las Maravillas” como metáfora que permite
entender algo más del proceso por el que pasa la adolescente y más concretamente
traspasar el espejo como metáfora del proceso grupal. Además nos ofrece
un enfoque valorativo basándose en la evaluación individual de los miembros
del grupo a través de la impresión clínica contrastada con los resultados
de las escalas de Hamilton para la depresión (HAM-D)
y para la ansiedad (HAM-A) al inicio y a la finalización del
grupo.
En cuanto al siguiente tramo de edad, de 18 a 30 años, Ángeles Santos y Emilio Irazábal
en el CSM de San Blas nos traen su experiencia grupal, combinando la
concepción operativa de grupo y la técnica psicodramática, haciéndonos
partícipes de las virtudes de lo grupal para trabajar con jóvenes, ofreciéndoles
la posibilidad de formar parte de un grupo para interiorizar la experiencia que permita
reparar su grupo interno familiar.
Desde el centro de Salud de Villaverde, Pilar
Roig nos aporta el proceso de
un grupo terapéutico de adultos jóvenes trabajando con la dramatización y otras propuestas metodológicas como la silla vacía,
escalas sociométricas y distintos juegos propuestos por la coordinación.
Contamos también con la aportación de Rafael
Arroyo y Sara del Palacio, del Hospital Universitario Reina Sofía. Presentan
un espacio grupal para pacientes graves
hospitalizados. Una terapia de grupo,
una hora tres veces por semana, que se concibe como eje vertebrador
del ambiente psicoterapéutico institucional. Las características de
la unidad, cerrada, de agudos, con rotación frecuente de los pacientes
y estancias cortas, confieren al dispositivo grupal de características
especiales. Además de la valentía que supone crear un dispositivo grupal
de escucha en condiciones tan difíciles,
otro elemento que resalta es
el peso que adquieren las reuniones pre y post grupo del equipo
coordinador y a la implicación de distintos profesionales
de la institución.
Mª José Alvarez y Mª Luisa González, del CSM
de Collado Villalba, presentan un grupo de periodicidad semanal, con
sesiones de 75 minutos y 9 meses
de duración, de mujeres de 30
a 55 años. Exponiendo el proceso del grupo corroboran
la utilidad terapéutica del dispositivo grupal.
Elena Pérez Valiente y Mercedes Campillos nos
transmiten la planificación, su vivencia y su análisis del final de un grupo de personas diagnosticadas de trastorno adaptativo.
Tiene la experiencia la peculiaridad de ser un grupo compuesto por personas
que proceden de dos instituciones diferentes, tanto en la coordinación
como en el resto de los componentes del grupo. Una coordinadora es del
Centro de Salud Mental y otra del Centro Municipal de Salud, y los usuarios
del grupo también proceden de uno u otro centro.
Por último, Emilio Irazábal y Wences Molina hablan
de un grupo terapéutico intensivo, semanal, de dos años de duración,
con sesiones de 90 minutos, que se llevó a cabo en el CSM de San Blas.
El grupo estaba compuesto por personas con diagnósticos diversos de
patología grave. Este grupo, además de los beneficios para sus integrantes,
supuso un impulso para la creación de un “Espacio
Grupal” de pensamiento en la institución sobre la práctica grupal,
que a su vez retroalimenta e impulsa la creación de espacios terapéuticos
grupales como una realidad asentada en el Centro.
La compilación de experiencias supone un aliciente
para seguir trabajando en salud mental aprovechando las potencialidades que ofrece
el abordaje grupal. Y, como Emilio Irazábal nos dice en el epílogo,
para seguir trabajando en lo grupal hace
falta tener en cuenta nuestras necesidades como coordinadoras y coordinadores.
Creo que su esfuerzo junto con otros y otras para hacer realidad este
libro contribuye a cuidar algunas de esas necesidades. Reproduciendo
sus palabras: “El terapeuta de grupo necesita del grupo para poder desplegar
su conocimiento y rol. Pero también necesita de los otros, sus pares,
para seguir aprendiendo y ejercitando algo tan difícil como la comunicación
y la cooperación” Me gustaría
agradecer a Emilio y a todos los demás compañeros y compañeras que aparecen
en este libro este acto de comunicación y que nos ofrezcan la posibilidad de compartir
sus experiencias.
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